De osos donosos y dolosos

Por encima de lecturas a oso pasado, en el desfile del pasado día 5 sólo hubo una cosa clara: los ciudadanos sabían que el emperador iba desnudo y tenían ganas de guasa tras dos años de drama

Les confesaré que para este domingo tenía otra idea para el artículo, en la que aparecían Kichi, Ana Mestre, Mara Rodríguez y hasta las dos concejales de Ciudadanos en una improvisada e imaginaria fiesta a la orillita de la avenida transversal con banderas de España, ... espacios para perros y algún que otro patinete eléctrico. Una avenida que llega veinte años tarde, oiga. Pero claro, de la nada, con un rugido que ha llenado de carcajada y queja las redes y conversaciones, emergió el oso de la triste figura, nuestro Quasimodo polar que pensaba que, por estar en Cádiz, pisaba en sagrado y nadie podría hacerle daño. Se olvidó de que los cazadores, ahora, llevan móviles con cámara y no escopetas. Y que la piel de oso ya se vende no sólo antes de cazarlo, sino cuando aún está desfilando, pasito a pasito, por la Avenida.

Decirles algo que no hayan oído ya de nuestro oso donoso sería imposible. Tratar de ser más ingenioso de lo ya montado y comentado, osado. Imposible se me antoja ser más ventajista, porque todos han querido arrimar el oso a su sardina (digo yo que, al venir la empresa de Málaga, preferirá el espeto al sabor de la foca) y utilizar esos minutos de esperpento ártico como una metáfora de lo que en Cádiz sucede. El plantígrado equilibrista se ha sumado a las princesas Disney de desecho de tienta como símbolos de todo lo malo que en Cádiz acontece, convirtiéndolos en coloridos y cabezones epítomes de una decadencia nunca conocida en la ciudad. En esta segunda cabalgata de la confusión y la gracia que es comentar la jugada a oso pasado no han faltado los que han señalado todo el desfile como una burla a la tradición, como un doloso espectáculo para poner en solfa a los Reyes Magos, a José de Arimatea e incluso a Santo Tomás (a la plaza y al santo). Pero no recuerdo yo de pequeño los desfiles que algunos refieren y creo que confunden el sueño (de oro un montón de camellos, pavos reales con su pedigrí, animales muy raros y bellos…) con la realidad (los sempiternos pitufos y, en un alarde de modernidad, algún doraemon).

En el desfile del pasado día 5 sólo hubo una cosa clara: los ciudadanos supieron en todo momento que el emperador iba desnudo. En la ciudad que pierde habitantes a mayor ritmo que la España vacía, con el metro cuadrado de suelo más caro de Andalucía, que cuenta por decepciones todos sus grandes proyectos, se prefiere no tomar a drama lo que puede dar risa. Y dejar el cabreo para otras cosas, como las inauguraciones de avenidas a las que puedan acudir, ya sin osos y veinte años tarde, Kichi, Ana Mestre, Mara Rodríguez, dos concejales de ciudadanos y hasta algún patinete eléctrico.

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