De osos donosos y dolosos

Por encima de lecturas a oso pasado, en el desfile del pasado día 5 sólo hubo una cosa clara: los ciudadanos sabían que el emperador iba desnudo y tenían ganas de guasa tras dos años de drama

Andrés G. Latorre

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Les confesaré que para este domingo tenía otra idea para el artículo, en la que aparecían Kichi, Ana Mestre, Mara Rodríguez y hasta las dos concejales de Ciudadanos en una improvisada e imaginaria fiesta a la orillita de la avenida transversal con banderas de España, ... espacios para perros y algún que otro patinete eléctrico. Una avenida que llega veinte años tarde, oiga. Pero claro, de la nada, con un rugido que ha llenado de carcajada y queja las redes y conversaciones, emergió el oso de la triste figura, nuestro Quasimodo polar que pensaba que, por estar en Cádiz, pisaba en sagrado y nadie podría hacerle daño. Se olvidó de que los cazadores, ahora, llevan móviles con cámara y no escopetas. Y que la piel de oso ya se vende no sólo antes de cazarlo, sino cuando aún está desfilando, pasito a pasito, por la Avenida.

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