Orgullo con más Petróleo que bandera
Por lo cotidiano, por lo más cercano, podemos llegar hasta las estrellas, como demostró La Petróleo el pasado jueves al inaugurar la calle que lleva su nombre
En esta semana del Orgullo –es curioso cómo, a medida que han ido pasando los años, los días se han vuelto semanas–, la primera tentación es hablar de La Petróleo. Es lo justo. Sus cicatrices han sido autopistas para los nuevos tiempos y sus gruesas ... palabras, melodías para los que aún dudan de qué camino tomar. Por lo cotidiano, por lo más cercano, podemos llegar hasta las estrellas. Escribió Antonio Burgos que el hecho de que las mujeres pudieran salir de nazarenas (respetemos el modismo, aunque aquí leamos penitentes) había sido uno de los pasos por la igualdad más profundos que se habían dado en Sevilla. En Andalucía, que María del Monte haya decidido confesar a quien ama (dejemos la expresión ‘salir del armario’ para los coleccionistas de caspa y antigüedades) ha sido más impactante y más útil que los euros destinados por los distintos gobiernos en las campañas de concienciación para los cavernícolas más contumaces. Unas campañas que deben ir más allá de llenar calles y fachadas de banderas.
Ay, las banderas. Tan madres y tan madrastras, el epítome redondo del uso de la tela. A veces sirven para dar esplendor de vestido, a veces para sacar brillo como paño y otras, para esconderse de los monstruos, como las sábanas de los niños. Escribió Lorca aquello de que «en la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida». Hoy, son muchos los que hacen de su bandera, por muchos colores que tenga, un mantel para zamparnos a todos.
La Petróleo exhibió, exhibe, un orgullo gay al que no le hacen falta banderas, ya pone ella los colores y se los saca a quien haga falta. No se pierde en laberintos semánticos ni muere y mata en cada discurso. Petróleo (Tete para los amigos, aunque ella no me ha dado la venia) decía el jueves, sin medir irenemonterescamente cada palabra cuando inauguraba la calle que lleva su nombre, estar agradecida a sus paisanos «de que me admiren no como maricón, sino como persona».
Petróleo siempre gana a bandera. Quizá por eso la Fifa no ha tenido ningún problema en poner en sus perfiles de redes sociales la enseña arcoíris mientras le vende su mundial de fútbol a Catar, enhiesta surtidora de crudo y homofobia. Quizá por eso nosotros, que tanto nos gusta la contradicción y la retórica, no tenemos inconvenientes para alzar un día la bandera LGBTIQ y apoyar su lucha por la igualdad y otro, la saudí y las circunstancias que sufragan las corbetas. El petróleo, al igual que el dinero, no huele y pasa de coloridos orgullos.