No es verano para tiesos
A quienes llegan con parné en la nueva normalidad se les alfombra el suelo; a quienes no, se les pide que no pisen el fregado
Sábado 19 de julio. La familia quiere bajar a la playa como marcan los mandamientos de la Santa Madre Gaditanía. La impedimenta es la acostumbrada: sillas, una mesa (que sea plegable no significa que sea manejable), sombrilla (si no es de publicidad no es la ... auténtica), la neverita (la mejor manera de que las cervezas centupliquen su peso), palas, cartas y demás bagaje que haría las delicias de la más folklórica caravana de beduinos. La panoplia, bañador y camiseta reglamentaria (es decir, de publicidad). En la puerta de la playa (porque en la nueva normalidad la playas, el campo, el aire y el mar tienen puertas, algunas cerradas con siete candados) se aposta Joaquín, que lleva trabajando de seguridad desde que se le atragantó 3º de BUP. Miguel, el padre de familia, se acerca al cancerbero que lleva tatuadas tres cabezas perrunas en el brazo. «Lo siento, no hay sitio todavía, tendrán que esperar para bajar a la playa». Miguel se resigna y recuerda cuando, de joven, le decía lo mismo el mismo portero a la entrada de Barabass y se indigna con los mismos ardores de la juventud cuando ve que el cordoncito de entrada a la playa (en realidad una cinta que se levanta, no seamos peliculeros) deja expedito el paso a una altísima rubia. Sólo que en lugar de ir, como en las discotecas de la antigua normalidad, con ajustado vestido y sonrisa de suficiencia lleva un salvoconducto hotelero y una familia (seguramente la suya) adosada.
En este futuro que era distópico hace sólo dos meses (¿recuerdan qué ingenuos éramos?) se plantea reservar parte del aforo para los turistas en las playas con menos espacio . Es sólo una propuesta, pero deja a las claras, en esta nueva batalla por reconstruir el mundo, por dónde irán los tiros. Realmente, irán por el mismo lado de siempre. A quienes vengan con el bolsillo lleno (con un dinero que también ayuda a que servidor se pague los moscateles) se les alfombrará el destino, como ya ha demostrado la apertura de frontera a los guiris con parné; mientras, a los que vienen a la Operación Paso del Estrecho se les dice que no pisen, que está el mundo recién fregado.
Esta normalidad (sea nueva o antigua) la explicaba muy bien el paisano Manu Sánchez en un monólogo sobre las religiones en el que exponía el caso de la peregrinación a la Meca, obligatoria para los musulmanes salvo para los que por estar enfermos o impecunes no pudieran hacer el viaje. «Porque allí, como aquí, no gustan los tiesos». Javier Ruibal lo resumía y musicaba en los versos «el paraíso es un sueño,pa’ que te voy a engañar; aquí todo tiene dueño, como en la vida real». Pues estas son las normas. No es verano, no es normalidad, para tiesos.