Más ocurrencias que abuelos
A golpe de ocurrencias, nuestros líderes nos encuentran desarmados y sin saber qué posturas tomar
El ciudadano, usted, los demás y yo, debe hacer unos esfuerzos titánicos si pretende saber lo que sus líderes quieren de él. Ya no sabe qué pensar, cómo posicionarse, cuál es el tuit que debe colocar en lo profundo de su cerebelo, la frontera que ... tiene que respetar, la barrera que puede romper. Hace unos semanas –¿se acuerdan? ¡éramos tan jóvenes!– del pin parental y ahora el debate es el de la eutanasia. Uno no acababa de ejercer su libertad para pastorear a sus hijos con presteza de ventrílocuo cuando, cáspita, le amenazan con matarle al abuelo.
El debate de la eutanasia, en lo que a mí respecta, se zanja rápido como un coche ante un semáforo en ámbar. Desconfío de quien niega la muerte a quien la ruega y se la manda con acuse de recibo a quien pide vivir a gritos. El viejo chiste, ya saben, que dice que para contentarlos a todos, a los suicidas deberían condenarlos a muerte. Quizá, no se lo niego, mi sentimiento hacia la decisión que puede tomar cualquier fulano de bajarse del tren viene dado por dos factores: un ateísmo practicante y una conversación de adultos que me marcó siendo niño. Les pongo en situación, seré breve. Mi abuelo, rostro enjuto, Ducados sereno y verbo poco dado a la parsimonia, iba narrando bajo una noche de verano, en la frontera que separa Granada y Jaén, los ahorcados que él había conocido. Miguel, el que trabajaba en la cooperativa, se ahorcó hace 20 años. Un hermano del finado, Ramón, ya había dado la sorpresa una mañana con una calor inmensa. Hablaba, noche de verano con bota y botijo, sin darle a sus palabras más trascendencia que la que se da a la última actualización de Android. No tuvo censura porque yo estuviera delante, sabía que la muerte y sus cientos de disfraces era algo que nos ronda a todos. Después de esa noche, qué majadero, empecé a ver el fin como algo que cuenta gente que no conoces dos décadas después a 40 kilómetros. Y le quité importancia. Su hermana melliza, la vida, se encargó de ponerme en mi sitio.
Lo fundamental es que a mí, que invito más a cañas que a certezas, lo de la eutanasia que ahora sale adelante me ha pillado, como ciudadano, avisado y prevenido de prejuicios. Pero, ¿cuál será la próxima epifanía de nuestros pastores? Quién sabe. Habrá que posicionarse, mañana quizá, sobre el concordato con la Santa Sede, las desgravaciones por los sindicatos o la necesidad de cambiar los libretos del Carnaval por algo más ecológico y reciclable. Para todo eso, no tuve yo experiencia de abuelo que me ilustre. Así que le pido a Abascales y Sáncheces (yo también lo he visto forzado, no hace falta que me lo tuitée) que me lo pongan fácil con la próxima ocurrencia.
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