Los más listos de la clase

Todos los conocemos: son los que se cuelan en el súper, los que meten el morro del coche... los que dirán que las normas de Navidad no van con ellos

Los más listos de la clase. O del patio. O de la oficina. Ya los conoce usted, no hace falta que se los presente. Los conozco yo también, alguna vez he sido uno de ellos. La mayoría, sin darme cuenta, o eso me gustaría creer. ... Son quienes siempre están al filo de la ley, los chicos malos ‘ma non troppo’, rebeldes más molestos que peligrosos hasta que, fíjate, el mundo se vuelve un peligroso campo de minas en los matices.

Como le decía, usted ya los conocía. Son quienes a las cinco de la tarde (trompa de lirio por las verdes ingles) tiran la basura, que no creo que me pillen. Los de los trece artículos en la caja de diez (ay, que los había contado mal muchacha, bueno, ya me los pasas, ¿no?). Los de colarse en el arcén en el atasco y meter el morro, como adolescente sin mascarilla en una noche de estrellas, ante el coche que estaba cumpliendo con la monotonía de disciplina tras los cristales. Quienes en el bar le hacen el lío al camarero para ahorrarse una ronda de cervezas porque chaval, que eran tres rondas y no cuatro, es que la niña que nos ha atendido se ha hecho un lío. No son malos de hacernos cambiar de acera, pero sí de tentarnos a sacar la pistola .

Siempre los he asumido como un mal necesario, como la arena que se cuela en una ración de gambas o como las ligas en una copa de vino. Pero sea quizá porque los muertos y enfermos que nos regala cada parte de la Junta pesan más cada día, que poco a poco los listos de la clase se hacen tan insufribles como el tonto más recalcitrante. Tampoco aquí hace falta que se los nomine. Los de la mascarilla por la barbilla, cuya protección se asemeja a la de un escapulario, o los que al ponérsela dejan con travesura fuera la nariz, como quien blindando la casa, se olvidara la puñetera puerta de par en par. Los que piensan que los cierres perimetrales son para los demás porque mi libertad termina donde llega mi capacidad de poner excusas y que si mucha policía, poca diversión (represión, represión). Y, por supuesto, esos del cigarrito, militantes maleducados con galones en saltarse las normas y trienios en el arte de hacerse la capa con el sayo de quienes tienen en frente. Tan listos que saben que soplarle miasmas al vecino no contamina si mechero llevan. Los que llevan meses diciendo que las vacunas son un cuento chino, pero en un mes correrán al centro de salud gritando que panoli el último. Los que en estas fechas, para qué insistir, dirán que la Navidad es más grande que el virus, que Simón y Moreno y se harán los pillos en las celebraciones. Los más listos. Quizá, todos nosotros.

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