Marxismo en San Juan de Dios
En algunos momentos, nuestro regidor parece interpretar a los tres hermanos más famosos de la historia del cine

Si por algo me está gustando la gestión que se lleva a cabo desde el Ayuntamiento de Cádiz es por su profunda tendencia al marxismo . Obviamente, no estoy hablando de la teoría que aboga por la nacionalización (localización, en este caso) de los ... medios de producción, ya que en la Tacita tocaríamos a media biela cada uno. Bueno, quizá también caería alguna vitola de la antigua Tabacalera, desamortizada por nuestro liberalismo de tócame Roque. No, me refiero a que, en algunos momentos, la gestión municipal parece un asunto de los hermanos Marx , con un juego de equívocos y malabáricos enredos que nos ocultan árbol, sombra y bosque. Tan Marx que, por momentos, nuestro alcalde va interpretando él solo distintos papeles. A veces guarda un silencio propio de Harpo; en ocasiones, se presenta hiriente, artero y rápido como Chico; y en sus mejores días, bigote y gafas incluidos, es un Groucho que parece que va a declarar la guerra a Sylvania (léase la oposición, la Policía Local o la derecha en pelotón) o a jurarle su amor a Margaret Dumont (ponga usted aquí el nombre de algún autor de carnaval o la intelectualidad de izquierdas en su conjunto).
La elección del nombre del estadio –es notorio el poder del fútbol para coparlo todo hasta sin estar– ha sido una representación dilatada de aquello de la parte contratante de la primera parte, aunque con prórroga y penaltis en propia puerta. No ha faltado ni el número musical, en el que detractores y soldadesca del alcalde han ido intercambiándose frases sobreactuadas entre números circenses muy al sabor de la actual política . En otra escena de esta larga película, ya se le cambió el nombre a otra avenida y, en esta ocasión sin votación, a quienes se pretendía homenajear han resultado sentirse agraviados por el nombre . Díganme ustedes si eso podría ocurrir en una producción más comercial.
Viendo este largometraje (ora con palomitas, ora con pañuelos de papel) uno echa en falta más personajes, ya que el resto de actores que sale en las líneas de crédito de cada Pleno o en la web municipal tienen un papel tan chiquitín como el ratón que encontró Martín (o Quirós, si éste está de baja). Y como en las películas marxistas, no falta tampoco el malo patán sobre el que caen las burlas que trata de sacar tajada , bien poniendo su nombre en el contrato de un joven cantante de ópera o en un estadio, que quedará como la parte contratante de esta segunda parte del cuplé. No se muevan del asiento que aún quedan tres años más de risas y sorpresas. Y también, dos huevos duros.