La manga ancha y el Carnaval
Estamos pidiendo fechas de Carnaval como quien manda la carta a los Reyes Magos y éstas se acabarán repartiendo como los caramelos que se lanzan desde la carroza
El debate está servido –y los tópicos en este artículo, por lo que se ve, también–. Nuestro ayuntamiento lleva toda la semana dando vueltas a lo inamovible –oximorones de La Viña, oximorones de mi barrio– y abriendo puertas y ventanas después de haber dado tremendísimo ... portazo al carnaval en febrero. Si hace quince días su argumentario parecía sacado de ‘Los Enteraos’, esta semana ha desembocado en uno de los estribillos de ‘Los que no se enteran’ –no deja de ser irónico recurrir al Selu cuando lo que están haciendo con tantos cambios es un descosido–.
Un chiste capcioso y antiguo narra que cuando Moisés bajó del Sinaí con el código ético litográfico, el pueblo protestó, en especial, por lo referente al sexto mandamiento. Moisés les habría tranquilizado con un balsámico «no os preocupéis, habrá manga ancha». Algo similar es lo que parece estar pasando con las fechas del carnaval, sometidas a una laxitud que traerá un carnaval insoportablemente largo, de febrero a junio, similar a esas pesadillas irónicas en las que uno acaba devorado por sus propias pasiones. Para ser pedantes, como las maldiciones de los dioses griegos, que condenaban a los mortales a repetir su gozo hasta que fuera tortura.
Para ser ‘pop’, como las venganzas de ‘Seven’ o como el infierno en el que Homer debía devorar sin descanso rosquillas. «La fecha es inamovible, pero contemplamos moverla» es de los mayores actos de marxismo grouchinao que hemos vivido en estos meses en la política municipal. Estamos pidiendo fechas de Carnaval como quien manda la carta a los Reyes Magos y éstas se acabarán repartiendo como los caramelos que se lanzan desde la carroza.
No voy a entrar en lo que, realmente, es la esencia de esta pestiñada que puede acabar en una mayúscula ostionada electoral. Hace dos semanas (ay, qué tiempos aquellos) escribí que entendía que el Ayuntamiento había tomado una decisión y que era su competencia gobernar voluntades y pastorear almas. Sin embargo, la borrosa imagen que están dando ahora amenazando con decir marzo donde decían junio me parece de lo más inquietante.
Sinceramente, no sé qué me asusta más de todo lo que estamos viviendo en estos momentos, que no supieran que el Corpus y el Carnaval iban a coincidir o pensar que las dos fiestas podían convivir. Lo primero es de un preocupante desconocimiento de las fiestas de la ciudad, gusten o no, y lo segundo es de una ingenuidad que raya el infantilismo. Aunque si lo pensamos, todo este proceso está siendo coherente. Al verlo, no podemos dejar de pensar aquello de «esto es, Carnaval».
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