Leyes y credos

Desde el Monterismo se han estrujado las palabras para cazar a los críticos, a los machirulos que disienten

Andrés G. Latorre

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Les voy a confesar un innecesario secreto, aunque si han leído algo de lo que he escrito en los últimos meses, lo habrán constatado sin necesidad de que yo les diga nada. Soy un necio. Un pazguato, un representante adelantado del sindicato mundial de la ... idiocia. Ni sé nadar a favor de marea como esos triunfadores que se yerguen orgullosos sobre la alta ola ni me enfrento a la corriente como los intrépidos salmones, esos que uno admira pero que se come bien a la plancha, bien ahumados. Estoy seguro de que, en caso de estallar una guerra, vendrían a buscarme de los dos bandos, de que los dos me considerarían un elemento, aunque insignificante, ligeramente molesto, como un payo que toca las palmas fuera de compás.

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