Identidad, varas y rayas
Yo, que la mayoría de las veces no me reconozco en la mitad de las cosas que digo, me asusto de éstos que tienen tan claro quiénes son, de dónde vienen y adónde van
Hoy, salvo nuevo Real Decreto, es Domingo de Resurrección . Ya saben, llega la primavera, los brotes reverdecen y uno se siente con la tentación de decir que son los suyos los que hacen retoñar el campo. Nada nuevo, ya lo hicieron los romanos, ... antes lo turdetanos y, antes, el Homo Antecesor. Aquí nadie inventa nada aunque todos quieran cobrar los royalities. Poner la raya de la historia donde a uno le plazca es un privilegio del que goza quien tenga una vara lo suficientemente larga como para garabatear en el suelo la figura de sus ídolos y poder golpear con ella en la cabeza a quien lleve la contraria.
Y a eso de poner rayas se entregan con similar delectación todos los que se han apuntado a ese juego tan bonito de lo identitario, los de arriba y abajo, los de la izquierda derecha y los de la diestra siniestra. ¿Qué quieren que les diga? Yo, que la mayoría de las veces no me reconozco en la mitad de las cosas que digo ni en el total de las que escribo, me asusto de éstos que tienen tan claro quiénes son, de dónde vienen y adónde van . Y que se conocen al dedillo qué puedes decir, qué ventanas abrir y contra qué paredes deben ponerte si empañas su pureza.
Esta Semana Santa, como en otras antes, me ha asombrado la predisposición a convertirse en pública Dolorosa que hay ante cualquiera que se atreva a poner en duda que el Barroco esté de moda, que la religiosidad popular mole más que C. Tangana o que las tradiciones de un pueblo merezcan más respeto que el más colorado de los semáforos. El «es la fe de mis mayores», que sugería irónicamente Machado, como respuesta a todo, incluso cuando todo es casi nada. Lo identitario marca los estatutos de limpieza de sangre en primera y segunda persona de la que es imposible escapar , solo que en lugar de condenarte a la pira o al garrote, te atormenta con una palabrería y una sarta de tópicos que harían renegar de su fe, por aburrimiento, al crítico más herético.
No es éste monopolio cofrade. No hay febrero que no contemple, cuando se le sacan los coloretes al Carnaval, referencias a la lucha antifranquista, a la literatura popular noventayochista e, incluso, a las puellae gaditanae. La lista de llantos es larga y toca todos los temas: que si el escudo de la Junta, que si la bandera de España, que si la copla, la diferencia género/sexo o si la Armada Española. Todos parecen blandir una vara con la que seleccionar sus 13 de la fama en cada discusión. Será por eso que, ante cualquier crítica, vienen tan rápidos a darnos la vara .
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