Hijas bastardas
Del principio de la reposición de una justicia que la ciudad no pedía, se ha formado un revuelo que sólo beneficiará a los que tiran la caña al río revuelto
Bien sabe el lector que le da a eso de la lectura de la opinión del personal que sólo los cobardes que no tienen voz propia comienzan un artículo con una cita célebre, como quien habla por boca prestada o escribe por dedos ajenos. «Nuestras ... mejores virtudes son hijas bastardas de nuestros peores defectos», dejó dicho Mark Twain (ya saben, ése al que ahora le andan corrigiendo sus más negras letras para que no ofendan a los ojos más blancos). A nosotros, como sociedad, nos está pasando lo mismo pero al contrario. Estamos construyendo un mundo lleno de defectos invocando la paternidad de altísimos valores. La semana que se marcha ha sido una vez más prueba de ello, en lo cercano y en lo que está tan lejos que es como si no importara.
Tan cercano como la calle Isabel La Católica, donde hace apenas unos días se enseñoreaba una placa con el nombre de un señor llamado Pemán que, no nos pongamos tremendos, era tan conocido para el común de la ciudadanía como los acreedores de otras matrículas similares. Del principio de la reposición de una justicia que en la ciudad nadie pedía se ha formado un revuelo que sólo va a beneficiar a los que tiran la caña al río cuando deja de correr manso. El alcalde parece que quiere mantenerse fiel a su compromiso de combatir, como dijo en su segunda gran noche electoral, a la «deresha, a los fashas y los mashirulos» y se ha quedado, de momento, en una lucha contra las efigies que nos está dejando de piedra. La siguiente fase es eliminar el nombre al Carranza, al que le espera un nombre tan melifluo que se diría todo de algodón, que no tiene gancho. La hija de su paternidad redentora es una ciudad sin nombres y sonrisa mellada.
También esta semana nos ha dejado una descendencia bastarda en la elección del nuevo candidato socialista a la Junta. Y es que el alto principio de la democracia nos ha mostrado cómo centenares de militantes han mudado su lealtad a última hora. Alguna incluso ha cambiado la camiseta en mitad del partido y no nos hemos dado cuenta hasta que ha rematado a gol. Virtudes y defectos que son padres e hijos intercambiables, como la posición de Junta y Gobierno sobre las medidas del coronavirus, buenas o perversas en función de las gafas de quien las mira, porque una siempre contradice a la otra. O como la reunión de Sánchez con Biden, de cuya paternidad de bochorno y sobreactuación ha quedado una hija de risa de lo más virtuosa.
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