Hijas bastardas

Del principio de la reposición de una justicia que la ciudad no pedía, se ha formado un revuelo que sólo beneficiará a los que tiran la caña al río revuelto

Andrés G. Latorre

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Bien sabe el lector que le da a eso de la lectura de la opinión del personal que sólo los cobardes que no tienen voz propia comienzan un artículo con una cita célebre, como quien habla por boca prestada o escribe por dedos ajenos. «Nuestras ... mejores virtudes son hijas bastardas de nuestros peores defectos», dejó dicho Mark Twain (ya saben, ése al que ahora le andan corrigiendo sus más negras letras para que no ofendan a los ojos más blancos). A nosotros, como sociedad, nos está pasando lo mismo pero al contrario. Estamos construyendo un mundo lleno de defectos invocando la paternidad de altísimos valores. La semana que se marcha ha sido una vez más prueba de ello, en lo cercano y en lo que está tan lejos que es como si no importara.

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