Los héroes luchan en casa
La batalla en esta guerra se libra en cada trinchera de 70 metros cuadrados llamada hogar
En situaciones como las que estamos viviendo en estos días, y los que vendrán, uno no puede dejar de repasar lo vivido en los libros y en las películas. Que también quien lee mucho y visiona mucho sabe mucho y vive mucho. De entre todas ... las frases que se me vienen a la cabeza está, por ejemplo, esa de Woody Allen de que, en caso de guerra, él solo podría ser rehén. En esta coyuntura, el bueno de Woody (o el malo, que ya sabemos que hay quien reparte carnés de santos y demonios) sería un héroe. Y sobre todo, no dejo de repetirme las palabras de Churchill (pocos tan pedantes, deformados y sobreactuados como los recuerdos de lo que uno nunca vivió) que, ante el avance de las tropas alemanas y el moscardeo incesante de su aviación, proclamó aquello de que «nosotros defenderemos nuestra isla, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y las calles, lucharemos en las colinas y nosotros nunca nos rendiremos». En la defensa de nuestra Rapa Nui trimilenaria se nos pide que luchemos en casa. Que ganemos el combate parapetados, con rigor de jenízaro, en cocina, salón y dormitorio. La batalla se libra en cada espacio de 70 metros cuadrados, en un teatro de operaciones gigantesco que se extiende desde Cortadura hasta La Viña, de Tarifa a Cadaqués.
Es curioso eso del heroísmo. Para los troyanos fue resistir en cada centímetro, para los griegos avanzar metro a metro. Aquí sucedió lo propio cuando llegó el fanfarrón del coronado Napoleón, que nos cogió por sorpresa cuando los que mandaban decían que estaba todo controlado. El enemigo ahora es más pequeño, también llega veloz de lejanas tierras y tiene sus bombas en forma de despreocupación, bulos y buenas intenciones que se quedan en huecas palabras. Pero también se nos pide, se nos exige, nos exigimos, ser héroes. Cada uno en su batalla particular, que es la de todos. Unos héroes que tenemos que arrostrar la incertidumbre de qué sucederá mañana, la quinta columna de los grupos de guasap y a unos hijos o unos padres que necesitan de la bayoneta de nuestros cuidados porque la guerra se los ha llevado por delante. En el amor y en la batalla, aunque sea a un malaje con mayúsculas como al que hemos nombrado tantas veces ya, no sólo todo vale, sino que todo es necesario. Y si cuando el amor llega así de esta manera uno no tiene la culpa, tampoco es nuestra cuando es el horror el que llama a la puerta a manos llenas. Pero sí es nuestra responsabilidad darlo todo y ser los buenos, los héroes, en esta batalla para que la corona cambie de bando.