El extra, extra de Mr. Tuit
Igual no es tan mala idea dejar que sea ese nuevo niño que son los algoritmos, los likes y los retuís el que decida qué hay que gritar para que lleguen las noticias
Hay muchas cosas que se han perdido y es una pena. O no, porque el destierro de otras nos ha provocado un gozo en el alma grande. Se ha perdido fumar en oficinas y bares y cantamos alabanzas a Zapatero igual que se perdió la ... mili y a Aznar adoramos, óyenos. Para los que trabajamos en este sector tan maltratado por las crisis (ya sean ecológicas, sanitarias, tecnológicas o del mercurio en los atunes, que a perro flaco todo son nuevas cepas) una de las pérdidas más significativas fue la del niño que vendía los periódicos vociferando las noticias más importantes . Ahora que los medios hemos caído en el yugo del titular artero, de rogar a las redes sociales que le den un aprobado a nuestro trabajo o de buscar las palabras que plazcan a Mr Google , hemos comprendido el valor de que sean los que aman el oficio los que den a conocer las informaciones. Y, bueno, si obviamos el tema de la explotación infantil (es el mercado amigo, no nos paremos en detalles que así no se edifican fortunas andorranas), podríamos retomar esa figura para tratar de dar la importancia exacta a las palabras.
Esta semana, nuestro añorado chavalín se habría desgañitado con un «Extra, extra, Kichi le atiza un zurriagazo a Pablo Iglesias y alaba a Juanma Moreno» que, a buen seguro, habría conseguido que quien pasara por San Juan de Dios se dejara el euro ochenta que cuesta el periódico y que paga mis facturas, recetas y caprichos. La política sigue generando extraños compañeros de cama y aunque honra a Kichi la alabanza al enemigo, a nadie se le olvida que cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía, aunque quien la dé tenga santos en el carné de identidad.
El tema coronavírico le hubiera supuesto más problemas a nuestro niño a la hora de proclamar los titulares. ¿Le decimos a la gente que es segura la vacuna o que hemos tenido a varios policías chungos después de pincharse, aunque no esté claro si la AstraZeneca tuvo algo que ver? ¿Qué elegirá nuestro representante callejero, el anunciar, extra extra, que se relajan un poco las medidas y que hay que aprovechar o el prevenir de la cuarta ola? Y con la ley de la eutanasia , ¿qué palabras debe escoger y qué fronteras respetar?
Visto todo esto, igual no es tan mala idea dejar que sea ese nuevo niño que son los algoritmos , los likes y los retuís el que decida qué hay que gritar para que lleguen las noticias . En un mundo tan cambiante y en donde todas las cartas están marcadas, ya ni nosotros sabemos lo que es noticia, lo que es anécdota, lo que se ha encontrado y es una alegría o lo que se ha perdido y es una pena.
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