Disparos a los pianistas del burdel

En las manifestaciones y en las redes sociales, el periodista es como el pianista de la casa de alterne... y ya sabemos quién es el primero en recibir el disparo

Andrés G. Latorre

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Pocas cosas hay más irritantes para el lector que tener que tragarse un artículo de periodistas hablando de periodismo. Puede tener la tentación de imaginarse al plumilla con su sombrero reposando ligeramente hacia atrás en la vacía cabeza, con su camisa remangada, la corbata aflojada ... y la gabardina en el perchero tecleando con indignación en su máquina de escribir, parapetado en la redacción mientras el humo de los cigarros invade el ambiente. Pero la imagen, con ser penosa, es en exceso generosa con lo que es la realidad del periodista. Sin sombrero, aunque con la misma vacuidad de mollera, ya no lleva camisa sino camiseta con muñecos, en lugar de gabardina puede tener una sudadera con capucha y la corbata sólo la pide prestada si tiene boda. Lo único en lo que ha ganado, Dios bendiga mil veces a Zapatero, es que en las redacciones no se puede fumar. Y que los teléfonos ya no suenan porque el guasap es la cepa dominante en la pandemia de la comunicación.

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