Devermut y la Orden del Temple
Me han echado de los necesarios bares como para saber que culpar de la situación a la CIA, a los reptilianos o a Bertín Osborne no sirve para nada más que para iniciar una charla con otra copa.
«A las Devermut les di ‘unfol’ porque eran unas ‘terf’». La búsqueda de información sobre qué era, o quién era, o quiénes (porque bajo ese seudónimo uno podía esperar cualquier sorpresa) Devermut me había llevado a un callejón sin salida. Temí, al leer ... los vocablos que se referían al caso, haber dado con algún código de rosacruces , con autoproclamados herederos del Temple que codifican sus proclamas hasta hacerlas tan evidentes como un popurrí de Martínez Ares . Anduve entre los comentarios y tuits referentes al caso con temor reverencial, como un Indiana Jones al que asusta pulsar la palabra equivocada por si sobre él cae una maldición de sortilegios pretéritos o de internautas actuales. El resto de mensajes que acompañaban al primero no me resolvían mucho más las dudas. Alababan o denostaban a Devermut por su apoyo o disidencia del colectivo y todos guapeaban sus morales como quien canta en un karaoke. Pero, ¿a qué colectivo se referían?
Con paciencia y por la trampa de conversar con compañeros, a fuer de jóvenes, más bregados, conseguí pisparme de un asunto que me interesa más por los márgenes que por los titulares. A una pareja de lesbianas la echaron de un pub de Conil por hacer el patoso. Ellas replicaron que fue una conjura homófoba más evidente que las imágenes que les quitan la razón. Uno, que va sumando años, lleva tanto tiempo leyendo de conspiraciones que las asume con la misma deportividad con la que se permite a una anciana colarse en el súper. Me han echado de los necesarios bares como para saber que culpar de la situación a la CIA , a los reptilianos o a Bertín Osborne no sirve para nada más que para iniciar una charla con otra copa.
Nuestra capacidad de autojustificación es directamente proporcional a nuestra incompetencia parar arrostrar el error. Desde el escolar que acaba de comenzar el curso e infiere que la profesora de matemáticas le tiene manía hasta el político más llorón, todos queremos encontrar alguien a quien culpar. Y un colectivo, aquí se descubre la incógnita del principio, que nos arrope como bebé, que nos ampare como mutualista o que nos distinga como masón. Ya se sabe, si uno grita lo suficiente y patalea con bastantes colegas, en las redes o en el bar, igual amedrenta lo suficiente a los de seguridad.
En la vida, como en las noches de luces confusas, uno cree que le han agarrado de los hombros en la barra por llevar el pelo largo o una camiseta del Che Guevara , o quizá por proclamar que con Franco se vivía mejor. Y la verdad, como nos pasó una triste madrugada en la Punta San Felipe, es que te ponen de patitas en la calle por tratar de ligarte a la novia del segurata.
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