Los cuentos del Covid

Desde hoy podremos tener la ilusión de que el cuento ha terminado... hasta que a las doce suene la última campanada

El genio de la lámpara irrumpió delante de todos. No apareció por sorpresa, porque habían anunciado que comparecería a las 20.30 horas (según el meridiano caprichoso de San Telmo), ese momento mágico en que Marte y Júpiter se cruzan y, sobre todo, los informativos ... arrancan su maquinaria. “Como me habéis liberado del cautiverio del estado de alarma -eso que pedimos o rechazamos en función de si el genio Sánchez niega u obliga- os concederé tres deseos. El primero, los bares abiertos hasta las doce de la noche. El segundo, ya podréis ir a Sevilla, a Úbeda o a Palencia, porque aquellos muros de la patria mía ya son sólo un recuerdo reloco. El tercero... os lo dejo en un pedéefe porque el conjuro estará limitado por zonas de alarma, incidencias y, en fin, esas excepciones que ponemos los genios”. Las dudas que pudieran tener quienes desconocieran este nuevo sortilegio en el país del coronavirus quedaron disipadas cuando Mariló Montero, con su clarividencia habitual, fue engranando cada punto y descolocando cada cifra.

No me negarán ustedes, salvada la bufonada de la presentación, que hay mucho de cuento en este nuevo tablero de Twister al que nos ha llevado el covid. No me malinterprete, señora, que cuando digo cuento no estoy haciendo ningún pacto con don Diablo. Quiero decir que viendo cómo se suceden los días y las páginas de esta crónica de hadas, uno tiene a veces la impresión de que está ante un Pinocho (ponga usted aquí al político de diestra o siniestra con su traviesa nariz favorito), ante una Blancanieves (espejito, espejito, ¿quién es la Comunidad más agraviada por el reparto de vacunitas?) o ante un Peter Pan que se niega a crecer y a respetar las normas sanitarias y que con mallas y sin mascarilla se va de botellón con los niños perdidos.

Casi todos nos consolamos pensando que los cuentos tienen finales felices y que éste no será una excepción, que cuando las páginas de este BOJA infinito se vayan acabando, un aguerrido joven terminará matando al lobo del Covid. Y que como en Caperucita, antes del colorín colorado (o naranjín azulverdoso) sacarán a nuestras abuelas de la panza del bicho. O que los harapos en los que se nos ha quedado la economía se tornarán en un flamante vestido como los que lucía su famosa favorita antes de que hasta el mundo mágico del cine se quedara en casa en pijama. Todo menos asumir que hemos sido el cerdito que lleva años cambiando ladrillos por paja en su casita de sanidad pública pensando en que el lobo nunca iba a soplar. Pero mejor no ponerse pesimista, que hoy han abierto los bares y quizá parezca que el cuento se ha acabado... hasta que en el reloj suene, de las doce, la última campanada.

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