Coronavirus de andar por casa

Como con las cosas de la memoria histórica, siempre pensamos que el coronavirus es el otro

Sea quizá porque uno ya ha estado prevenido de desgracias siderales que luego no lo eran tanto que lo del coronavirus me asusta sólo poquito, como cuando veo que baja el Ibex 35 y recuerdo el interés que me dieron mis nulas acciones en el ... último año. Ya me previnieron antes de otros males. Algunos sobre los que tenía cierto control, como el pasar del colegio al instituto, el salir demasiado en la Universidad, escuchar música a demasiado volumen o votar a determinados partidos. Claro que también estaban las bíblicas plagas exógenas como el sida (con su interesada campaña para criminalizar a las víctimas) la gripe A, el SARS o, mi favorito, el efecto 2000. De hecho, todo lo vivido y computerizado desde el 31 de diciembre lo tomo como un regalo que nos han dado los cielos ya que, acuérdense, expertos muy circunspectos (qué buen nombre de ilegal) nos dijeron que todo se iría al garete. Con control o sin él, lo que más me ha fastidiado la vida ha sido lo inesperado, el puñetazo agazapado que irrumpió a gritos.

No significa lo escrito que lo del ‘coronavirus’ sea algo para quedarse tranquilos. O sí. Lo fundamental está en que no lo sabemos, como no sabíamos realmente si con la gripe A íbamos a acabar todos en el Manocomunado de Chiclana o si con el ‘efecto 2000’ íbamos a tener que escribir los guasap con ‘telesketch’. El círculo de información que tenemos es directamente proporcional a la circunferencia de ignorancia que lo rodea. Vamos, que ‘contri’ más nos dicen, menos nos podemos creer.

Pero en todas partes cuecen habas y todas las patrias tienen su coronavirus chiquito. En algunos sitios es la economía y en otros, como en esta tierra, la política y el uso que se hace de memorias y desmemoria. Esta semana le ha tocado, en Cádiz, a Pemán, como le tocó antes a Mercedes Formica, la terrible falangista a la que el Gobierno de Carmena le dedicó una calle en Madrid. No crean que los de morado son originales. Los de azul, hace unos días, dieron matarile a unos versos de Miguel Hernández del cementerio de la Almudena. También a los nombres de los represaliados del Franquismo, pero eso, como la lluvia en algún día del Carnaval, sorprende menos.

Al cabo, todos pensamos que el coronavirus es el otro (el chino, el italiano, el valenciano) hasta que un día nos dicen que somos nosotros. Ya saben, ese día tan bonito en el que viene un señor con traje blanco a decirle que es usted el elegido. Aunque pensara que, como con Pemán, como con Miguel, llevaba muchos años curado.

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