Cartas de Patrick: ‘Lo peor y lo mejor’

La ciudad une en sí, a veces en la misma escena, lo sublime y lo degradado

Durante los meses de julio y agosto, a modo de estival divertimento, la columna de opinión contendrá las impresiones de Patrick, inglés llegado hace un año a Cádiz para trabajar de profesor. Pese a sus anglicismos y lenguaje a veces forzado, he intentado respetar ... su prosa. Entre paréntesis irán mis acotaciones. Aquí puedes leer la primera y la segunda de sus cartas.

He estado conociendo la ciudad desde hace poco más de un año y creo que he visto lo mejor y lo peor de ella. Como en el ‘El señor de los anillos’, parece que Cádiz se conoce en dos semanas y tres mil años después no deja de sorprenderte . Llegué cuando la ciudad estaba de luto y no entendía por qué. Había muerto Juan Carlos y era como si se hubiera ido un rey realmente. O un dios único. Y como los dioses únicos pueden ser dos o tres, compartí la pena cuando se fue Manolo Santander. No podía saber que muchos meses después aprendería su himno del Cádiz tan lejos del Estadio: asomado a la ventana y aplaudiendo a los médicos, enfermeros y demás gente que nos cuidó durante la pandemia.

Un Cádiz de lo mejor y de lo peor. De mediodías de jóvenes paseando con cara de viejos porque están inempleados (Patrick siempre dice que ‘parado’ es un término injusto, porque hay quien se mueve sin tener empleo y quienes, desde su curro, no dan un palo al agua) y noches de bares y terrazas llenas como en la más rica de las capitales. Este año, con un mes de diferencia, conocí el Cádiz de la alegría del Carnaval en cada calle, en cada esquina, donde no cabía un papelillo más y el del confinamiento, donde el silencio de las plazuelas me hacía llorar a gritos (pueden ustedes imaginarse a qué poeta chileno le ha dado por leer al cursi del inglés).

Es una Tacita tan mágica que puede mezclar (aquí se hace un lío con ‘mixed’) lo sublime y lo degradante en una misma escena. Como la del pasado fin de semana. La mejor afición haciendo lo peor en el peor momento, uniendo la alegría y la unidad colectiva del ascenso a la pena y condena grupal del contagio . Como las buenas agrupaciones que hacen reír y llorar. Un Cádiz que es la primera en solidaridad en recogida de alimentos pero que deja que en el centro de la ciudad varios asentamientos de ‘sin hogar’ (mejor que el horrible ‘sin techo’) y ve cómo uno sale ardiendo como si fuera inevitable. Un compañero me dijo que no habían hecho nada porque era «la pérgola de la Teo», como si en este rincón donde podían entenderse griegos, cartagineses, romanos, bizantinos, árabes, ingleses o genoveses fuera imposible que lo hicieran políticos por un cambio de siglas de su partido . Oh Dios mío (deberían verlo cuando lo dice, parece un doblaje de película de los años 40), en tan poco espacio, lo mejor y lo peor.

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