Cartas de Patrick: ‘Kichi, el rey y mi paraguas’
Así es como los británicos hemos sobrevivido tanto tiempo: no mojándonos cuando no es necesario
Durante los meses de julio y agosto, a modo de estival divertimento, la columna de opinión contendrá las impresiones de Patrick, inglés llegado hace un año a Cádiz para trabajar de profesor. Pese a sus anglicismos y lenguaje a veces forzado, he intentado respetar ... su prosa. Entre paréntesis irán mis acotaciones.
Vaya lío en el que me he metido dentro (como si un problema fuera un Seat Ibiza). Días atrás estuve con unos compañeros de la universidad y hablamos de política. Infortunadamente (cada vez estoy más convencido de que estas cosas las hace a propósito para destruir el castellano, como un caballo de Troya), empezamos a hablar de la monarquía . Traté de cortar diciendo que nunca fui de Borbones desde el siglo XVIII y que si España hubiera elegido (elegido, ‘dise’) al archiduque Carlos, les habríamos entregado Gibraltar con un lazo. Pero claro, ustedes hubieran perdido una de las casas reales más divertidas y nosotros, una simpática colonia de monos. «Patrick, qué poco te mojas», me riñó José Antonio. «Por eso siempre llevamos paraguas», creo que respondí con ingenuo (no sé si se equivoca o se pasa de pedante).
Como a los reyes no les sacaba los colores, me atacaron con los de los políticos. Les dije lo que pienso de Kichi , que me parece que le sucede lo que a los andaluces en la tele que, cuando mejor están, es cuando se olvidan de hacer de andaluces. «Pues anda que vuestro presidente con los pelos», analizó con sagacidad uno de mis conmilitones (lo busqué en el diccionario pensando que era inglés, pero no, es castellano). Sí les dije que me preocupaba que en España, como antes en Francia, hubiera crecido tanto la ultraderecha (ah, ingenuo Patrick, que dice estas palabras arrastrado por una conspiración masónica izquierdista en la clase política en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece). Proseguí con que al contrario que en París, me llamaba la atención que los liberales se hubieran hundido. Otro compañero, profesor de Historia, me explicó que lo que yo llamaba ‘los liberales ’ eran, en España, como los Reyes Magos. Siendo inglés, este ejemplo me confundió más que aclararme las cosas.
Al final de la cena, cosas de la política, hizo que todos terminaran recordando que si uno robó en Madrid, otro se lo llevó en Andalucía y que si los otros pactaron con otros que eran malísimos. Como los ultras, cuando aquí se pone la gente la camiseta es difícil discutir, con una cerveza en una mano y una antorcha en la otra. «Lo que me doy cuenta –les dije– es que la política es como el fútbol. Siempre ganan los dos mismo... y luego está Cádiz». Y dicho esto, cogí mi paraguas, y me marché.