Cartas de Patrick: 'Dios salve a la reina'
A Patrick, recién llegado a Cádiz, le asombra que la ciudad que presume de ser fenicia, romana y americana siga viendo como a un guiri a quien viene de San Fernando
![Andrés G. Latorre: Cartas de Patrick: 'Dios salve a la reina'](https://s2.abcstatics.com/media/opinion/2020/07/05/v/caleta-britanica-k0yD--1248x698@abc.jpg)
Durante julio y agosto, a modo de estival divertimento, la columna de opinión contendrá las impresiones de Patrick, inglés llegado hace casi un año a Cádiz para trabajar de profesor. Pese a sus anglicismos y lenguaje a veces forzado, he intentado respetar su prosa. ... Entre paréntesis irán mis correcciones y acotaciones.
Mi amigo Andrés me pregunta por dejar mis impresiones sobre esta ciudad en una columna de opinión semanal. Agradezco el gesto y asumo el reto, espero que él corrija mis faltas y las incoherencias de un castellano que leo mucho mejor que escribo.
Llegué a Cádiz por primera vez el 1 de octubre (aquí Patrick trata de hacer un juego de palabras con ‘october, the first’ que tiene menos sentido en castellano que un cuplé del Puente Canal para un aficionado de Soria) y conocía la ciudad por su pasado marino y su vinculación con América. De hecho, entre el carácter del gaditano y la arquitectura de la ciudad creí estar en las Antillas y no en Europa. Quienes me decían que el Campo del Sur era como La Habana no exageraban. No faltaban ni las casas en ruinas cerca de una maravilla natural, ni los chicos sentados en los portales sin nada que hacer, mirando el tiempo pasar. Tan cubana que si eres guiri y no estás listo, te pueden dar un escobazo (entendió Patrick por su cuenta que engañar era dar ‘escoba’ y, por las risas, no le hemos corregido).
Reconozco que al principio me costó entender la manera de hablar de aquí, porque ustedes se expresan muy rápido y saltándose letras. Pero si soy capaz de comprender a un escocés o un yanki, no iba a ser tan difícil hacerlo con un viñero. Me inquietó que un inglés como Michael Robinson estuviera tan enamorado de la ciudad. Lo achaqué a su alma irlandesa pero pronto comprendí su devoción por una ciudad que oscila entre no darse importancia y creerse el ombligo del mundo, que es hospitalaria sin dejar ser chovinista, que presume de haber acogido a fenicios, romanos, árabes, italianos e indianos pero al que es de San Fernando lo sigue mirando como si llegara de Marte. También entendí su amor por el Cádiz, un equipo mayor que el propio fútbol, que es lo que menos importa dentro de lo importante (aquí escribe al revés la frase de Valdano). Como hincha del City, envidio cada día que tengan ustedes un himno escrito por un sabio cercano como Manolo Santander, mientras nosotros nos tenemos que conformar con los gritos del endiosado Liam Gallagher. Le doy la razón a Robinson y a Lord Byron. Para mí Cádiz es la reina de Occidente. Por eso cada vez que al sonar mi himno escucho el ‘God save the Queen’ siento que, un poco, mis compatriotas de Trafalgar están cantando a mi segunda ciudad. Cuando miro a La Caleta yo también exclamo ‘Dios salve a la reina’. Una reina de piedra de ostia (espero que Patrick, y ustedes, me perdonen no corregirle, pero el error queda mucho mejor).