Carreras de freno en mano

Las consignas para conducirnos en esta crisis son tan coherentes como correr quietos, salir para adentro o alegrarnos sin perder la lágrima

Ha llegado el buen tiempo, así que ya sabe usted, salga a la calle, a las terrazas y los veladores, sea responsable con la economía –la única patria del capitalismo– y pídase una, diez, muchas cervezas con su tapa correspondiente, que no todo va a ... ser beber. Pero sea responsable. No vaya a lanzarse a los bares como si no hubiera un mañana, por los clavos de Cristo, que estamos en pandemia y el virus sigue ahí agazapado. Aunque no se ponga nervioso, alma de cántaro, que la cosa no está tan mal como hace un mes y medio, que la cuarta ola no ha llegado ni a ahogaílla en piscina de bebé porque las medidas han funcionado, pero la tendencia se está revirtiendo y estamos en una meseta que no nos permite cantar victoria porque no se ha acabado con la transmisión comunitaria. Claro que nuestros abuelos están vacunados, ya puede uno ir a verlos y abrazarlos, siempre, claro está, respetando las distancias de seguridad, porque tampoco pueden prescindir de mascarillas porque, aunque ya no contagian, no puede descartarse que transmitan.

Que el estado de alarma no es necesario, santo Dios qué pánfilo es usted, porque no vamos a vivir siempre azuzados con el miedo a un virus que, según nos dicen nuestros expertos, está viéndose afectado por la aparición de nuevas cepas que no sabemos si van a ser resistentes a la vacuna, que se está poniendo a una velocidad tan de vértigo que vamos a pedir que no se inocule a determinados grupos porque, aunque no pasa nada, no se descarta que les pueda entrar fatiguita y quedarse en el sitio. Miremos lo importante, que ya no hay limitaciones de movilidad, puede ir usted a donde le plazca, a tomarse un txacolí en Zumaia o que se la den como a un carajote con un paparajote; eso sí, sabiendo que no es conveniente ir a zonas con incidencias distintas de las nuestras, ni con medidas distintas a las nuestras, ni, realmente, a zonas distintas de las nuestras, porque es mejor ser precavido, ¿sabe usted? Está clarinete, los que han levantado las restricciones para las celebraciones nos previenen de que hay contagios en las comuniones y los otros, que ya estamos a punto de la inmunidad de rebaño aunque la responsabilidad es individual...

Lo siento, querido lector, si usted no es capaz de encontrar coherencia en los párrafos que acaba de leer, no está preparado para vivir en nuestra simpática normalidad. Aunque le reconozco, no sin vergüenza, que a mí me pasa lo mismo y que en los últimos meses paso de la euforia vírica a la desesperación patógena que, en ocasiones, me lleva a abrazarme a la tristeza. Pero con distancia de seguridad.

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