Los caprichos de la suerte

En el fondo, tener más o menos afectados por la pandemia ha sido cuestión de la diosa Fortuna, no nos engañemos

Niego la mayor. Es una expresión que me gusta utilizar porque le da bastante empaque a todo lo que se vaya a decir a continuación, aunque sea una notoria majadería. Niego la mayor en las declaraciones del subdelegado del Gobierno en Cádiz, José Pacheco, que ... el pasado jueves explicó que los buenos datos en cuanto a contagios en la provincia se debían a la responsabilidad de los gaditanos. Entiendo que como uno de los pastores civiles de esta grey es bueno que insufle ánimos a la población, y se le agradece, pero aquí la responsable ha sido, en gran parte, la diosa Fortuna.

Le atribuyen a Woody Allen (lo que ya es un indicativo de que probablemente sea falso) una sentencia al recoger un galardón: «no merezco este premio, pero tampoco me merecía ser tan neurótico». Un principio filosófico básico reza que algo no es cierto si su contrario no puede serlo también. Y como no diríamos, si tuviéramos una mayor tasa de afectados por coronavirus, que la culpa había sido nuestra, creo que lo justo es atribuir a la suerte (con los múltiples nombres y hábitos que cada cual quiera colocarle) nuestras buenas cifras. Que sí, que el confinamiento, no lo dudo. Que sí, que el respeto por las normas de las autoridades sanitarias. Que sí (esto parece el discurso de los romanos de ‘La vida de Brian’), que el buen hacer del personal hospitalario y servidores públicos. Pero si hubiéramos estado más cerca de Madrid o se hubieran arrimado un par de pacientes de los que llaman supercontagiadores todo se habría ido al garete. Presumir de cifras en este sentido, comparándonos con los vecinos, es como hacerlo de unos ojos bonitos. Ventajismo a muerto pasado.

La vida, volviendo al bueno de Woody Allen, del que nunca nos tuvimos que haber marchado, se resume muy bien en el icónico momento de ‘Match Point’. La pelota de la vida golpea en la red y puede caer en un lado u otro. Puede hacerte nacer Borbón o golpearte con un cáncer a los 21 años. Puede regalarte algunos de los paisajes más bellos de España o dejarte la herencia de una tasa de paro siempre a la cabeza de Europa. Lo mismo te manda un tsunami que unas pródigas cosechas que convierten tus vinos en unos embajadores de lujo. Y de nuevo le digo que sí, que con mejores hospitales, más infraestructuras y planes de emergencia se contienen las desgracias y que para aprovechar las fortalezas son necesarios ingenio y constancia. Pero no olvidemos el factor suerte y asumamos sus caprichos. Al fin y al cabo si algo nos ha demostrado toda esta crisis es que no hay nada mejor, para hacer reír a los dioses, que contarles nuestros planes.

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