Del bufé y de la información
Gran parte del electorado acude a la información como quien va a un bufé, en el que se indigesta con los postres de las noticias del corazón o se atiborra con la fritura de lo anecdótico
A la hora de hacer comparaciones, metáforas, símiles y demás trampas de las palabras, uno puede llegar a la precisión o a la mentira según sea el relleno de su propia cabeza. Y yo, en la mía, como un Obélix sin gala, no tengo más ... que comida (y algún pájaro). Es por eso que, a la hora de hablar de cómo se informan nuestros conciudadanos, no me viene otra imagen que la del bufé libre. No importa que sea de gran hotel o de comedor de presidio (si es que esas cosas se estilan en esos lares), uno va tomando platos a voluntad y quejándose más de los que no coge que de los que elige.
Se lo cuento clarinete. El pasado fin de semana, un lector le reprochaba al compañero que fue a cubrir la SailGP que no se hubiera informado anticipadamente de la magnitud del evento. ¿Los medios de comunicación habíamos callado tamaña cita movidos por unos intereses ocultos urdidos mitad por Jeff Bezos mitad por Miguel Bosé? ¿Habían venido órdenes de arriba –siempre quise usar esa expresión– para que no se imprimiera ni una palabra? No. Llevábamos meses contando qué era la SailGP, abrumando con datos, cotejando con otras citas. Los compañeros del resto de medios no habían hecho cosas muy distintas. Pero, como les decía, gran parte del electorado acude a la información como quien va a un bufé, en el que se indigesta con los postres de las noticias del corazón o se atiborra con la fritura de lo anecdótico, dejando atrás las elaboraciones cuidadas y maceradas de los reportajes de actualidad o de la información de servicio. Y, claro, cuando les duele la panza por las chucherías, culpan a los cocineros.
Lo mismo ha sucedido, como ya es tradición, en este 12 de octubre que reivindica por igual cabras paseantes y macanas mexicas. Tenemos a un lado del restaurante a la izquierda infantil que cree que la historia es un círculo de debate, un foro multicultural estilo asamblea de los Simpsons donde se niega que quien manda es el primero que forja el bronce. Que se ha creído los chistes de Lepe y que se informa con memes rellenos de cacao. En el otro lado del restaurante está la derecha fantástica que piensa que los hombres del rey eran émulos de Batman esperando una señal para liberar naciones, que todavía se tragan lo de que los dioses eligen a un pueblo que, casualidades de la vida, resulta ser el suyo. Que creen que uno se juega la vida (o el acta de diputado) por algo que no sea el bendito parné y que verifican la información según el tamaño de la bandera. Son todos los mismos, ahítos de clic y famélicos de información. Los que, en el bufé, maldicen su barriga mientras juntan diez donuts más en la bandeja.
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