El bando de los locos
Los locos, o los tontos, o los malos, se han apoderado de nuestras instituciones. El problema, como con los lunares y los melanomas, es saber identificarlos y hacerlo a tiempo
Leía hace poco en un periódico amigo, en estos tiempos de crisis en los medios de comunicación casi todos sentimos que compartimos un agujero que no sabemos si es trinchera o tumba, que lo malo de invitar a un loco a casa es que ... luego es imposible echarlo y que, lo más probable, es que te termine poniéndote en la calle él a ti . Lo decía, obviamente, por Donald Trump , convertido en ese amigo que todos hemos sufrido (o sido, tampoco nos pongamos exquisitos) en alguna ocasión que en el bar decía que había que tomarse otra y que le protestaba al camarero con la hora de cerrar, que me he pedido la copa hace nada pichita mía y no me la voy a tomar de un trago hombre, de aquí no me muevo, llama a los locales si quieres.
Los locos, o los tontos, o los malos, se han apoderado de nuestras instituciones. El problema, como con los lunares y los melanomas, es saber identificarlos y hacerlo a tiempo . Cada uno, en función de la trinchera o de la tumba que hemos ido excavando golpe a golpe, tuit a tuit, pensamos que quien va en dirección contraria por la autopista es el otro. Y no hace falta irse al condado de Maricopa (Arizona) para descubrir esta situación.
Ayer mismo leíamos en estas páginas que para unos congelar impuestos municipales era grandísima maravilla mientras que, para los de en frente, no era sino una tomadura de pelo de tomo y lomo. Había un loco, o un tonto, pero no se sabía si estaba en el Gobierno o en la oposición . Otro tanto pasaba a nivel nacional. Fernando Simón, ángel de pelo ensortijado o demonio de voz fallida, era señalado por 52 colegios de médicos (en rigor, por el campeón que los agrupa) como un gigantesco papasfritas del coronavirus. En frente, quienes lo tienen como el Cid contra el virus, niegan la mayor. Hay un tonto en la sala de operaciones, pero no sabemos si es el médico o el paciente. Mal vamos para curarnos.
Habrá que ver qué sorpresas informativas, con nuestros locos particulares, nos depara la semana que mañana arranca. Puede que el cambio de nombre de un pabellón al por mayor o la negativa a reconocer unas papeletas nos sitúen en una línea, o en otra, de quién es el loco o el tonto aquí. Lo importante es no equivocarse de trinchera, o de tumba, porque, como nos enseñó el bueno de Chaves Nogales, no elegir bando es un lujo que un español no puede permitirse . Ya sea para comandar la nación que se inventa libertades o para decidir en la ciudad que se inventó la libertad.