Ateos, a la calle

Esta semana hemos sabido que el porcentaje de ateos se ha triplicado en lo que llevamos de siglo. Así que, tras dos años sin hacer ruido, es necesario gritarlo: «Ateos, a la calle»

Andrés G. Latorre

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Les tengo al corriente del grito de Angelito, ‘el Aguador’, ese apóstol de Mairena que hace un par de años, ante la amenaza del siete que el coronavirus podía hacernos, proclamó aquello de «cofrades, a la calle». La vida, esa furcia de confusos ... disfraces, le chafó los planes, pero no la proclama, que quedó como un pequeño gesto de resistencia ante lo que estaba por venir. El « cofrades, a la calle » iba más allá de procesiones, capirotes, cargadores y maniguetas. Era una actitud ante un mundo que, de confuso, se diría todo de algodón, como sin centro. Podían silenciar nuestras ansias de libertad, pero no nuestros audios de whattasapp en los que se mezclaban, en una danza imposible de senegaleses que portaban ataúdes, los audios de Angelito, los avisos tremebundos de cómo el covid era un experimento y unas gracietas sobre excursiones en la casa que aumentaron aún más el sufrimiento.

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