Andrés G. Latorre

Un artículo cojonudo

Julio, te necesitamos, los jueves eran los días de recibir tus letras, no de escribir de ti

Julio Malo de Molina, delante de unos planos.

Andrés G. Latorre

Julio, ya te vale. No, espera, déjame hablar. Los jueves no había que escribir a nadie y de nadie, los jueves, en la redacción de LA VOZ, era el día del correo con tu artículo y los mensajes en los que nos decías que ... ya lo habías enviado. Cada uno recibía el suyo, personal como la clave del banco, íntimo como el cepillo de dientes. Aunque Carmen te dijera que no nos dieras la lata. A José Manuel, a Miren, a mí. Como antes a las Rocíos o a Leticia. A cada uno en su idioma, que tú conocías. Los jueves teníamos que recibir las letras de Julio, no escribir de Julio .

Pues te decía, Julio, no, espera, déjame hablar, que llevamos dos meses aguardando tu artículo. Tengo aquí tu último guasap, en el que me decías que te ibas a recuperar y que te perdonáramos por fallar esa semana (sabíamos que tenía que estar la cosa chunga, nunca faltabas a tu cita), que estabas con 39 grados y una tos de cojones, pero que en unos días te ponías bueno y nos terminabas de rematar la idea. Un artículo cojonudo, nos decías, y en la redacción no sospechábamos adónde nos ibas a llevar . Porque hablar contigo, o leerte, era viajar, era conocer, era paladear. Ora París, ora Madrid, ora Nueva York, ora Brasil. Nunca dejabas de sorprendernos. Nos engañabas, Julio, espera, déjame hablar, nos decías que nos ibas a contar una historia de un arquitecto que hizo no sé qué sede en los años 70 y, de pronto, nos veíamos con la caipiriña en la mano y Tintín viniendo en lontananza.

Estoy esperando que me llames como cada jueves. Que me digas eso de «Andresote, ¿qué tal, como estás?» Daba igual la respuesta, siempre tenías la réplica oportuna. Si me iba de vacaciones, me recomendabas un lugar (ya fuera Cantabria, Londres o Japón). Si preparaba un reportaje, una clave. Si una entrevista, una pregunta para el entrevistado que fuera. «Oye, que no te quito más tiempo», te disculpabas. Ese tiempo que ahora te reclamamos, Julio, para que nos digas lo que le perdía a ese político o nos recomiendes que nos fijemos en ese balcón perdido de Cádiz que tiene un detalle masón en el que nadie se había fijado . Y, claro, para que me recuerdes que tenemos otra cerveza pendiente.

Por eso, Julio, no, espera, déjame hablar, estoy esperando que cumplas con lo que me escribiste. «Me recuperaré para escribirte un artículo cojonudo» . Porque necesitamos todo el proceso. Tu correo de los jueves al medio día. Tu mensaje saludando y preguntando si estaba todo en orden y tu corrección ya por la noche. Y tus generosos agradecimientos cuando, en realidad, éramos nosotros los que nos llenábamos de energía contigo. Pues eso Julio, ya termino. Necesitamos tu alegría. Necesitamos tu artículo cojonudo. Te necesitamos.

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