Los andamios y los nombres
No hemos necesitado, en esta pandemia, verle las orejas al lobo, sino que hemos reaccionado cuando nos ha mordido en la pierna, nos ha derribado la casa y se nos ha comido a la tercera abuela
Si me han leído antes, ya saben cómo va esto. Primero, les doy un anzuelo, una pequeña introducción algo confusa y concienzudamente ambivalente que no se entiende muy bien pero que trata de enganchar. Y marco un estribillo. Hoy será ‘como nuestros políticos’. Así, empezaré ... a decirles que las cosas más importantes de la vida, las únicas que cuentan realmente, son las que tienen nombre . El hombre puso nombre a los animales y así los poseyó o, en castizo, no se sabe lo rico que está un cochinillo hasta que no se le bautiza.
En el segundo párrafo, les endosaré una pequeña perorata para darle algo de peso al artículo, con alguna referencia histórica que perfume de credibilidad las frases y dé cierto aire experto a quien las escribe. Como nuestros políticos (estribillo). De este modo, les diré que los dioses para preservar sus magias, evitaban que los humanos pudieran conocer su nombre y que los papas (remedando a los faraones) cambian de nombre al ser elegidos para ganar poder . Y lo sazonaré (he leído un libro y tengo que amortizarlo) con que los bárbaros iniciaron la tradición de poner nombre a las espadas para darles un carácter personal y hacerlas únicas, como Excalibur, la Tizona o la Joyosa. Todo esto es mera paja. Forma y entretiene, pero es sólo para cebar la columna.
En el tercer párrafo profundizo en lo que ya les había contado, pero le doy una vueltecita que ya prevén por el contexto y porque, en el fondo, los columnistas decimos siempre lo mismo. Estribillo: como los políticos. Es el momento de decir que al coronovirus estamos empezando a cogerle miedo ahora, cuando descubrimos los nombres que hay detrás , cuando una nueva infección lleva aparejada la palabra Rubén, o Julio, o Ramona. De pronto, lo que era algo lejano es cotidiano, lo que una lejana sombra, se toca y lo que fastidiaba, ahora se teme. Ya no se llama sólo Covid, sino compañero, o amigo, o tía.
Y llegamos al último párrafo. Aquí hay que ser efectista y dejar un colofón que lo justifique todo y se cierre con estribillo. Que todo quede concluso, circular, atado y bien atado. Es por eso que he pensado escribir que no hemos necesitado, en esta pandemia, verle las orejas al lobo, sino que hemos reaccionado cuando nos ha mordido en la pierna, nos ha derribado la casa y se nos ha comido a la tercera abuela. Hasta que no hemos visto que los nombres eran los nuestros, que tenían nuestras letras los números que repiten los periódicos, no hemos tomado conciencia . Que no nos hemos preocupado de hacer lo correcto hasta ver peligrar nuestro culo. Como los políticos.
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