Algo personal y los matones del Carnaval
Ningún chirigotero me robó una novia, así que no vea fantasmas donde sólo hay sábanas colgadas
Póngase en situación. Cuarteles generales de LA VOZ de Cádiz. 8 de la mañana del 2 de enero de cualquier año. La cúpula directiva del periódico se reúne con puntualidad inglesa. Dejan sus chaquetas en el perchero, algún montecristo cae de una de ellas, y ... sacan los informes en los que han estado trabajando semanas antes. Han elegido el nombre de este año. Joaquín López, guitarra de la comparsa ‘Los limpiahastags’, de Villalorzas de Abajo. Fermín, uno de los ujieres de más confianza, llama al equipo de Carnaval al completo, que recibe cuidadosa la consigna: «Vamos a por López, ¿entendéis? En cuanto comience el Concurso del Falla, a por él y a por su comparsa. Queremos que sufra». Una vesánica risa se contagia entre los presentes.
Probablemente piense usted que estoy haciendo mala literatura. Está en lo cierto. En los periódicos (‘spoiler’ para románticos y conspiradores) lo único que se planifica antes del Carnaval es cuántas páginas llevará el Concurso, quién hará los reportajes, cómo se organizarán los fotógrafos, de qué manera se plasmará todo en internet y cómo se dispondrán los descansos y turnos de los trabajadores. Punto. No hay conspiraciones, no se favorece a nadie, no interesa hundir a nadie. Es Carnaval y en la ciudad, como en cualquier infierno al uso, nos conocemos todos. Y cuanto mejor lo hagamos, más gustaremos, más visitas tendremos y, maldito parné, más periódicos venderemos.
Es curioso que el reproche que recibe quien está escribiendo críticas y crónicas de Carnaval, en el mío y en el medio de comunicación del vecino, es que tiene antipatía a un componente o a la agrupación. No falla, salvo quizá el llanto sempiterno y no siempre injustificado de los que dicen que se le da más caña a las que vienen de fuera. Los caminos del orgullo son inescrutables y siempre es más fácil pensar que nos odian a aceptar que no gustamos. Seamos Mozart o el niño de su vecino, el que toca la flauta.
A mí, no sé al resto de mis ligones y más exhuberantes compañeros, ningún chirigotero me robó una novia. Tampoco el hermano del director de un coro echó a mi padre del trabajo. No vean fantamas donde sólo hay sábanas colgadas. Tengo mi criterio –por el que me pagan y del que soy esclavo– pero siempre trato de ser justo. A veces indulgente con el que empieza o jacarandoso con el que viene con ánimo festivo. Pero no, al menos conscientemente, injusto o cruel. Eso sí, usted puede pensar que ese criterio del que le hablo es un disparate. No se preocupe, a un clic de distancia, o a dos centímetros en el kiosko, tiene el de otros compañeros. Y tan amigos. Eso sí, si es usted de los que trata de cambiar mi opinión a base de amenzas, ahí sí tendremos algo personal.
Ver comentarios