Alfonso y el ataque talibán

A nuestro caballero le causa pesar que se llame medievales a lo que él tiene por meros endemoniados

Andrés G. Latorre

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Durante julio y agosto, retomo la vieja costumbre en prensa de emplear la columna de opinión como solaz literario. Cualquier parecido de los hechos con la realidad es pura coincidencia.

Nuestro caballero don Alfonso (del que puedes seguir sus aventuras primera , segunda , ... tercera , cuarta , quinta , sexta y séptima en estos enlaces) no era ajeno a lo que pasaba en el mundo. Gustaba de pasar las horas que tenía que estar dentro de la casa, en las que descansaban Víctor y César de sus excentricidades y sus encontronazos fortuitos, leyendo el periódico. Le costó al principio acostumbrarse a las modernas publicaciones, «leer es cosa de judíos, frailes y viudas de reyes», decía con el desdén que podría profesar un tuitero al cine español. Con paciencia, fue entendiendo algo de lo que leía (en papel, claro, en internet decía sentirse siempre burlado por los titulares «taimados como un infanzón aragonés») aunque cada vez comprendía menos el mundo del siglo XXI. Le indignaba que se llamara medievales a los talibanes, «pues vengo yo de esos días y por ventura que nadie haría lo que estos endemoniados».

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