Julio Malo de Molina - OPINIÓN
Amabilidad danesa
Se lo he leído a García de Oro: «Dinamarca es uno de los países más felices del mundo»; circunstancia que según el psicólogo se basa en «la amabilidad como principio»
Se lo he leído a García de Oro : «Dinamarca es uno de los países más felices del mundo»; circunstancia que según el psicólogo se basa en «la amabilidad como principio». De hecho es el modelo de socialdemocracia más avanzado y consolidado que se conoce, como puede comprobar cualquier visitante con un mínimo de perspicacia, pues no observará ni ostentación ni pobreza en ese pequeño país donde el bienestar compartido es norma de conducta colectiva, y en el cual los impuestos pueden llegar al 80% de los rendimientos, sin que esto produzca tensiones sociales, porque todos ganan participando a tenor de sus recursos para hacer posible un Estado en el cual el bienestar general es valor comunmente asumido: de cada cual según sus posibilidades y a cada cual según sus necesidades.
Bernardo Yncenga, que fue Director General de Urbanismo con UCD y luego asesor de Izquierda Unida, explicaba cómo eso que llamamos ‘Estado de Bienestar’ nace en Dinamarca a causa de una historia que se desliza desde un reino con enormes posesiones territoriales a un pequeño país con gran cultura social.
En el siglo XVI Dinamarca era muy poderosa, pero la historia europea de entonces estuvo marcada por los enfrentamientos entre católicos y protestantes, lo cual hizo inevitable que los daneses se vieran involucrados en largas y costosas guerras. A mediados del XVII, Dinamarca se enfrentó a los suecos en una contienda que termina en 1658 con el tratado de Roskilde, cuyos términos obligan a ceder sus territorios más extensos y ricos.
Con un amplio ejército sin posiciones que ocupar el rey Federico III lidera un modelo social ilustrado que trasforma el servicio de las armas en trabajos para la comunidad. Caldo de cultivo y de inspiración para la Segunda Internacional Obrera que lideran Carlos Marx y Federico Engels en 1889, donde nacen los partidos socialdemócratas; el danés gobierna su país desde el final de la Segunda Guerra Mundial, si bien durante los últimos años el llamado ‘Bloque Rojo’ ha cedido periodos de alternancia al ‘Bloque Azul’ o coalición de grupos liberales, si bien con escaso margen y sin que esto afecte al bienestar social tan consolidado en este pequeño país que fue solar de fieros y aventurados vikingos.
Dinamarca nunca entró en la zona euro y tal como Noruega y el Reino Unido conserva su propia política monetaria independiente; tampoco se aprobó en referéndum el tratado europeo de Maastricht y todos los analistas suponen que tras el ejemplo británico, los daneses no van a tardar en abandonar totalmente esta incierta ‘unidad’ europea. Pero las viviendas sociales del arquitecto Jorn Utzon (1919-2008), autor también de la Opera de Sidney, sorprenden por su nivel de calidad; como las excelentes bibliotecas y escuelas de Arne Jacobsen (1902-1971), a quien un carguero noruego salvó de la persecución nazi.
El irónico filósofo Soren Kierkegard (1813-1855) explica la felicidad de sus compatriotas mediante el término ‘hygge’, que tal vez podamos traducir por amabilidad, como esa que destilan las narraciones de Isaak Dinessen, seudónimo de la escritora Karen Blixen (1885-1962), cuya notoriedad procede de la versión al cine de ‘Out of Africa’ (1937) que rueda Sidney Pollack en 1985. Prefiero sus relatos cortos, como ‘Una Historia Interminable’, que también inspira una película, rodada por Orson Wells en el pueblo castellano de Chinchón trasformado en Macao para contar la historia de amor entre un marinero y una prostituta, que parece inspirada en algún poema de ‘Muro de las Hetairas’, de Fernando Quiñones.