Opinión
El pobrecito andaluz
«Hay un momento crucial en la vida del muchacho de provincias en que se da cuenta que el lugar donde nació le marcará de por vida»
Hay un momento crucial en la vida del muchacho de provincias en que se da cuenta que el lugar donde nació le marcará de por vida. Comprender esto no tiene mucho misterio: suelten a cualquier chavalillo andaluz en el centro de Madrid un par de ... horas a charlar con extraños y sabrás de qué te hablo. Cada uno de nosotros tiene un momento íntimo, devastador en que se dio cuenta salir Despeñaperros para arriba suponía una serie de hándicaps, de cambios en el acento o guardarse algunos temas si no quería encontrar miradas de sospecha.
Para el que es gaditano la cosa está cantada y en el momento en que se revela tu procedencia podríamos cronometrar en menos de quince segundos al prenda de turno que igual te pide un chiste que te dice que él/su prima/su vecino tiene un chalet en Chiclana donde pasan los veranos. En su imaginario, uno es el gracioso o el camarero, así para empezar.
Los mitos son tan claros y tan antiguos que a algunos se les escapan de tanto en tanto. Esta semana resulta que una tertuliana de la Sexta, Elisa Beni, soltó una frase del estilo. Así resumido, a Elías Bendodo, que es mano derecha de Juanma Moreno en la Junta de Andalucía y ascendió hace dos semanas a ser coordinador general del PP de Feijoó, le preguntaron por su opinión de las elecciones en Francia. Este pidió el voto para Macron porque en su opinión «se parece a la moderación que representa el Partido Popular». A Beni no se le ocurrió otra cosa que decir que «ya que viene de Andalucía, hay que decirle que a nivel nacional hay gente que ve las cosas y que estudia, por lo que no puede colar estas cosas».
La cosa por aquí abajo, claro, no sentó muy bien. Por las redes empezaron a caerle palos y en esas, donde dije digo, digo diego, respondió con lo propio: que se estaban malinterpretando sus palabras, que solo había que mirar su biografía para entender su amor a esta tierra y que patatín, patatán. Algo así como el «tengo un amigo gay» que se le escucha al homófobo de turno.
Yo quiero pensar que fue un lápsus, pero no deja de ser un síntoma de un movimiento que de recurrente es descorazonador: el volver a poner en su sitio al provinciano. Bendodo probablemente a estas alturas de la semana ni se acuerde, pero a mi me llevó a a ese mismo bar donde me pedían el chiste por ser de Cádiz y a otros que se les repitió lo mismo vinieran de la provincia que vinieran.
Ya fuera con un «pronuncia bien que no entiendo» un «killo», un «pisha», un «shosho» o cualquier caricaturización del que nos hablaba en ese momento.
Sentirte como un mono de feria durante un rato ha sido y sigue siendo nuestro peaje para los que nacimos al sur cada vez que nos da por pasarnos por la capital del país.
Una condescendencia como la de Beni, por desgracia, no es solo patrimonio de los andaluces. Llega desde el «galleguiño» y el «mañico» al «cateto» de pueblo de las Castillas y Extremadura. Lo sé porque lo he visto. Fuera de Madrid la cosa es que no nos enteramos de una vaina. Porque si solo tuviera que ver con el acento sería hasta llevable, pero resulta que también se nos pone de incultos, cuando no de aborregados que se tragan cualquier trola.
Pensé que escribiendo todo esto soltaría el cabreo, pero resulta que solo siento tristeza. Yo, que como muchos otros de mi generación nos partimos los cuernos en la universidad pensando que todo nos era posible con un libro en la mano, seguiré siendo, por mucho que me esfuerce, un ciudadano de segunda solo por el lugar del que procedo. Y eso, así contado, por muy andaluz que yo sea, no le hace gracia a nadie.
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