El «glorioso pasado»
Quien se agarra al pasado es, básicamente, porque tiene poco que ofrecer en el presente

Lo que nos pasa, a menudo, es fácil de olvidar. Es un proceso natural. Intenta recordar cada acción precisa de lo que pasó hace un minuto. Ni de coña lo sacas. Memorizar es un proceso impostado. Cortoplacista. Y la mayoría de las veces no sirve ... para nada importante. El ser humano, por experiencia propia, está confeccionado para el presente, no para el pasado. Otra cosa es que haya fuerzas oscuras que hayan conseguido que le atormente casi siempre el futuro. Pero es eso, otro tema.
Aún así, van normalmente de la mano. «Cuidado, que ya viste lo que pasó, atento a lo que pasará». No caemos, parece, en que esto del recuerdo es una milonga. Una milonga propia. Un acuerdo, entre muchos o entre pocos, pero artificial al fin y al cabo. No estamos preparados más que para reunir retazos, frases sueltas. Luego las unimos como podemos. Pero si existiera una máquina del tiempo, la decepción sería absoluta.
Aquel amor de verano, lo sabes, mejor que se acabara. En dos meses más no os aguantabais ni en pintura. Aquel trabajo soñado que se te escapó por poquito, quédate con eso, que a lo mejor no fue tan poquito o puede que, en realidad, esquivaras la bala de comportarte como un capullo y, como todas las personas tristes, terminaras monopolizando conversaciones hablando del curro.
Recordamos a favor, nunca en contra. Que no duela. Nos viene bien pensar en que las cosas fueron excelsas, sobrenaturales, épicas. Pero, estoy casi seguro, en retrospectiva, el patetismo está garantizado. Querer volver atrás es, en el fondo, negarse a uno mismo. Y anhelar una perfección que no fue va en contra de la vida misma.
La mayoría de las veces somos torpes. En el tópico uno recuerda su primer beso. La inocencia, la juventud, el momento exacto en el que el tiempo se para y…pum. Yo tardé años en aceptar que mi primer pico, rapidísimo, supersónico, lo di más bien en la nariz que los labios. No apunté bien, qué le vamos a hacer. Yo había pegado el estirón y le sacaba una cabeza a toda la ESO. Lo que vengo a decir es que, de glorioso, ni mijita.
Con todo, hay quien se obsesiona con el asunto. El otro día, para empezar su campaña electoral en Andalucía, Macarena Olona, de Vox, se fue a los pies de una estatua de Isabel La Católica en Granada para reivindicar su proyecto y traer su «glorioso pasado» a nuestros días. Lo que traducido me resulta, en mi biografía, en algo así como que a mi novia le morrease yo la nariz como acto de amor genuino. Las dos cosas, ya ves, son marcianas. Pero dejan claro que quien se agarra al pasado es, básicamente, porque tiene poco que ofrecer en el presente.
Te podría decir, tirando de clichés, que el tiempo pone cada cosa en su lugar. Aunque no estoy muy seguro de esto último. Sí te puedo garantizar que mejor es aceptar lo que nos toca, tal como viene, como es, y actuar en consecuencia. Sin relatos chungos del que el autor principal eres tú. Quizás no haya, en el fondo, otra manera de evitar que se te vaya la pinza o, como mínimo, ser consciente de que cualquier persona del siglo XV, por muy reina que fuera, olería fatal. La gloria, a los vivos. Lo demás da dolor de cabeza, hazme caso.