Ramón Pérez Montero
Alianzas
Los partidos políticos, como cualquier otra comunidad humana, se construyen sobre la base de un complejo sistema de alianzas entre sus miembros
Los partidos políticos, como cualquier otra comunidad humana, se construyen sobre la base de un complejo sistema de alianzas entre sus miembros. Esto no constituye un logro original de nuestra especie, pues hasta el chimpancé utiliza tácticas similares para el mantenimiento del equilibrio social entre los integrantes de un grupo en base al cultivo de amistades que contrarreste los efectos dañinos de las inevitables desavenencias.
Leo un curioso artículo acerca de un grupo de investigadores de la Universidad de Cornell que utilizaron ecuaciones físicas para el análisis de sistemas sociales complejos. Según parece, visto desde esta perspectiva, la estabilidad de un grupo humano es puramente un asunto de distribución y gasto de energía. Aplicando sus logaritmos a la configuración de los partidos políticos, tendríamos partidos estables, donde los amigos de tus amigos son amigos tuyos, y donde también son enemigos tuyos los enemigos de tus amigos. Esto parece venir dictado por el sentido común. En estas circunstancias el sistema no manifiesta excesivo estrés y los conflictos se resuelven sin necesidad de aportes extra de energía.
La situación es completamente diferente en aquellos partidos en los que, en lugar de formarse grupos bien definidos en base a la distribución de camaradas y antagonistas, existen personas que no tienen claramente establecidas sus alianzas debido a la potencia de las relaciones ya forjadas. Se produce entonces mucho estrés energético, pues, según establece la ecuación, resulta preciso elevar aún más el nivel de energía para rebajar el gasto absoluto en busca de unos mínimos coherentes de la distribución apacible de socios y oponentes bien diferenciados, lo que conduce a situaciones aún más conflictivas dentro de una concreta formación.
En nuestro panorama político actual tenemos ejemplos de ambos estados. En el PP el nivel de estrés energético es bajo porque los miembros del partido se han distribuido en grupos bien definidos dentro de cada cual todos se reconocen como amigos entre ellos y tienen bien situados a los rivales en el grupo antagónico. En cambio en el PSOE y Podemos la situación es convulsa. La formación de Iglesias asegura haber vuelto a un mínimo energético tras un Vistalegre II donde las facciones enfrentadas al parecer han logrado definir sus posiciones. Con el tiempo lo veremos. En el PSOE la situación es bien distinta. Aunque existen grupos rivales que afilan públicamente sus espadas, el conflicto viene dado principalmente por aquellos miembros que aún no han definido sus posiciones. El PSOE está atascado, según establecen los autores del estudio, en mínimos locales de un estado de altísima energía que impide a las partes alcanzar un estado de reconciliación. De ahí que los actuales gestores del partido opten por ‘enfriar’ el vaso fundido del reactor antes de iniciar las arriesgadas maniobras de reparación.
A tenor de todo ello deberíamos preguntarnos qué papel desempeña la voluntad humana dentro de un partido político a la hora de elegir a los tuyos y de evitar enfrentamientos. No parece ser que nuestro orgulloso libre albedrío, que constituye nuestro aporte personal de energía a un sistema dinámico en continua fluctuación, salga bien parado una vez se hacen patentes las rencillas que determinarán a la postre el complejo tejido de las alianzas hasta alcanzar una situación estable. La que procuran las facciones bien definidas en base a la distribución de rivalidades, lealtades y reconciliaciones. Seguro que a Pedro Sánchez le resulta muy familiar este territorio volcánico sus principales enemigos surgieron de entre las filas de sus amigos. Puro cálculo de energía.