El Apunte

El alcalde y el deber del ejemplo

Sus declaraciones y discusiones con la policía dejan claro que no entiende su papel institucional

En cualquier país de tradición anglosajona, en cualquiera escandinavo, en Estados Unidos, sería impensable. En alguna de esas democracias que todos -incluyendo los admiradores de los partidos emergentes- toman como referencia indiscutible después de ver fantásticos largometrajes o deslumbrantes series de televisión resultaría intolerable que un representante público, el alcalde de una ciudad de mediano tamaño, renunciara a la inviolable obligación del ejemplo.

Al margen de las opiniones que un alcalde o parlamentario tenga, de sus causas privadas o del dolor que puedan provocarle algunas injusticias (si lo fueran) resultaría inasumible que se posicionara contra las leyes, contra las reglas del mismo juego que dirige, que personifica con su efímero paso por la representación de todos.

Ese absurdo es el que representa José María González. El alcalde de Cádiz ha enervado en menos de 24 horas a la Policía Local (de la que es máximo responable) y al Cuerpo Nacional de Policía (de la que debiera ser uno de los máximos defensores). En ambos casos, los funcionarios lamentan su actitud y la entienden como falta de respeto, de solidaridad de alguien que está obligado a mostrarlos en primer lugar por ser parte del mismo engranaje legislativo que todos hemos decidido darnos.

Si la policía retira pescado a un vendedor callejero es porque se creó una ley que lo recomienda para evitar, en lo posible, la distribución de productos alimenticios sin control sanitario.

Si la policía saca del estadio a un aficionado es porque hay normas que lo piden para evitar, en lo posible, que su actitud genere un altercado mayor, que provoque violencia o heridos. El hecho de que haya error policial o de que esas personas puedan tener necesidades, problemas personales o que simplemente estén cometiendo un acto esporádico que nunca les criminaliza nunca justifica su defensa. Que un alcalde tome partido por ellos, contra la norma que nos ampara y representa a todos, como sociedad, es una desviación que resulta ilógica. Las mismas normas que defienden los policías son las que han puesto a ese alcalde en su cargo. Las mismas reglas son para todos y comportarse como un niño rebelde que quiere quedar bien con su peña es absolutamente bochornoso.

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