EL APUNTE

Un alarmante síntoma

El incremento y la cronificación de las agresiones a personal sanitario revela un severo retroceso de la convivencia

Pasa tan a menudo que corremos un riesgo. Podemos caer en uno de los peligros más comunes de toda sociedad, en todas las épocas: normalizar lo excepcional y vivir como algo inevitable lo que es una barbarie. Porque las agresiones a personal sanitario de los ... centros de salud y hospitales de Cádiz se ha convertido en algo cotidiano. Semanal, como mínimo. Esa infantería de enfermeras, funcionarios, conductores, médicos y demás trabajadores de la salud se enfrentan a las agresiones físicas de los usuarios demasiado a menudo. Por no hablar de las verbales, que podrían ser contadas por minutos. Es asombroso que personas cuyo trabajo consiste en asistir, en ayudar y socorrer, cuando no en consolar y animar, reciban golpes y amenazas de algunos de los destinatarios de esa humana colaboración . Las concentraciones de repulsa y rechazo vividas ayer contra los últimos episodios en la provincia y en Andalucía no arreglan nada. Son un síntoma, una alerta, pero la dolencia es más profunda. Tiene varias ramas, probablemente, y todas necesitan de tratamiento inmediato.

El hecho de que la delegada de la Consejería de Salud diga «que se están tomando medidas» es necesario pero insuficiente. Necesitamos saber cuales son y, sobre todo, que se apliquen con rapidez y firmeza. El cambio legislativo que convirtió los ataques a estos trabajadores en atentado a la autoridad parece no haber dado frutos por más que «así esté contemplado en nuestra normativa vigente». Es preciso entender que las situaciones de tensión tienen dos grandes causantes: circunstancias y actitudes . Entre las primeras destaca la saturación de muchos servicios de urgencias y los retrasos en la atención. Disparan las posibilidades de que aparezca la tensión en momentos que ya tienen la esencia de ser complejos. Entre las actitudes, destaca un evidente retroceso en el respeto al profesional, a la autoridad, una crisis de educación y convivencia que vivimos todos al margen de edades, orígenes y estratos sociales. Nos hemos embrutecido.

La campaña informativa puesta en marcha por la Junta de Andalucía con el objetivo de evitar este tipo de situaciones es sólo el primer paso pero hacen falta más y mucho más profundos. Hay que ir a la raíz del conflicto que, como casi todos, está muy probablemente en nuestras casas y en nuestros hábitos.

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