Agua, tierra, aire

No hace falta que nos traslademos al pleistoceno. Basta con echar la vista atrás tan solo unos años para que comprobar que el clima es otra cosa

Antonio Ares

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No hace falta que nos traslademos al pleistoceno. Basta con echar la vista atrás tan solo unos años para que comprobar que el clima es otra cosa. Otrora, cuando acudíamos a las Fiestas de Tosantos, cuando lo de Halloween era algo que aparecía en los televisores en blanco y negro como una rareza anglosajona, lo hacíamos con camiseta interior de manga larga y ropa de abrigo. Las castañas asadas servían de cobijo calentito a nuestras manos. Las nueces del país perpetuaban su sabor en los bizcochos. El aroma a canela, clavo y membrillo servía de refugio a esas tardes otoñales con atardeceres rojos.

Después del verano más caluroso desde que hay registros, asistimos a un otoño inaudito. En nuestro país ninguna región se escapa de estas altas temperaturas y sequía pertinaz. Los bosques de Galicia lloran lágrimas de cenizas. Olivos y vides están reclamando aunque sea un simple rocío. Lo mediterráneo peligra con un desierto que está a las puertas.

La contaminación ambiental y el cambio climático suponen la herida más importante que la mano del hombre ha infringido al planeta. Según los expertos ya es irreparable. El informe de la prestigiosa revista Lancet sobre contaminación y salud, publicado este mes, atribuye a la contaminación la causa más importante de enfermedad y muerte prematura. Más de nueve millones de muertes en el año 2015. Tres veces más que las debidas al sida, la tuberculosis y la malaria juntas, y 15 veces más que las causadas por todas las guerras y otras formas de violencia. En los países más gravemente afectados, las enfermedades asociadas a la contaminación son responsables de más de una de cada cuatro muertes.

A pesar de que la contaminación del aire, del agua y del suelo crece de manera exponencial en la agenda de los gobiernos no se encuentra entre sus prioridades. De la mala experiencia del uso del DDT, del asbesto, del plomo y de los bifenilos policlorados, que se cargaron en tiempo record la capa de ozono, no hemos aprendido nada. Los productos químicos sintéticos, introducidos en los últimos años, han sido objeto de una escasa evaluación previa a la comercialización, y amenazan con repetir los hechos. Un simple ticket de supermercado o resguardo de un cajero de banco contiene concentraciones nada despreciables de bifenoles A, un potente disrruptor endocrino, que afecta sobre todo a mujeres.

Los datos más recientes de la Organización Meteorológica Mundial constatan que durante el pasado mes de octubre se ha batido un nuevo record de niveles de contaminación de dióxido de carbono, ello está íntimamente relacionado con el aumento de la temperatura global. La última vez que la tierra conoció una cantidad similar de ese gas, producto de la combustión de materia orgánica, fue hace entre 3 y 5 millones de años, entonces el nivel del mar era entre 10 y 20 metros superior al actual.

La pena de todo es que la solución está en nuestra mano, y puede que aún estemos a tiempo.

Ya nadie duda que el primo de Rajoy es un chufla de Cádiz.

Agua, tierra, aire

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