OPINIÓN

Agua, pan y vivienda

En mi mente otra tríada: agua, pan y vino. Pero, PODEMOS cambió la vivienda por esos caldos generosos bendecidos por Baco, Dioniso y Hathor

En mi mente otra tríada: agua, pan y vino. Pero, PODEMOS cambió la vivienda por esos caldos generosos bendecidos por Baco, Dioniso y Hathor. En la liturgia católica de la Eucaristía, el vino es transformado a través de la transustanciación en la sangre de Jesús. ... Ningún pasaje bíblico, indica milagro alguno relacionado con la vivienda. Con los otros tres elementos sí. Los comunistas bolivarianos quieren el control de los alquileres. Por ahí se empieza, y dentro de poco, controlaran hasta los menús que ingeriremos cada día de la semana. Hasta ahora, el mercado del alquiler ha venido funcionando, mejor que peor. Pasamos de un régimen jurídico ultra protector del inquilino, a otro, que equilibraba los intereses de las partes contratantes. Fue Boyer quien lo trajo, recién construida “Villa Meona”. Era la socialdemocracia de la década de los 80. Hoy, los socialistas compiten en ocurrencias con la fábrica de producción de demagogia que es PODEMOS. Y yo me pregunto ¿por qué quieren intervenir un mercado y no otros, quizás mucho más determinante en la supervivencia de los humanos: el agua y el pan? Porque, se puede vivir sin casa, pero no es posible sobrevivir sin pan y agua. Sin embargo, el legislador califica a estos dos bienes imprescindibles para la vida de manera distinta. El agua, se conceptúa desde el prisma económico como un bien público. Y como tal, no está sometido a precios de mercado. Sin embargo, observamos que el agua mineral, alcanza precios superiores a los del mosto del año. Existe una vieja canción que dice que “las mejores cosas de la vida son gratis”. El agua de los ríos es gratis, como lo es en Cadiz todo lo que terminé en “a” acentuada: ostioná, gambá, pestiñá…en fin, largas y tediosas colas por tomarse algo gratis. Al gaditano le repele el mercado y las fuerzas internas que asignan racional y eficazmente los bienes. Dicen aquí, que “esto es Cai y aquí hay que mamá”. Así nos va.

Ahora tenemos sobre el tapete el control público del precio de los alquileres. Los mercados asignan los recursos escasos por medio de las fuerzas de la oferta y de la demanda. El equilibrio de ambas, determina una asignación eficiente del recurso en sí. Es la llamada “mano invisible” de Adam Smith. Compradores y vendedores de un mercado, buscan su propio interés, maximizándose el beneficio total que obtienen la sociedad en ese mercado. De donde se deduce y presume, que el mercado asigna eficientemente los recursos. Pero, pudiera ser que esto no ocurra y el Estado debiera mejorar los resultados obtenidos como consecuencia de la dinámica del mercado. Los fallos de éste, como son las llamadas externalidades económicas, deben ser corregidas.

Pero, ocurre, que la izquierda política, hace una lectura errónea del derecho a la vivienda. Parte del texto constitucional, interpretándolo maliciosamente. Dice el artículo 47 CE que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general…”. Es decir, desde el legislador se deben crear las condiciones para poder hacer efectivo el derecho. El suelo, es controlado por el poder político, y su regulación tendente a restringir contra natura la oferta, impide el normal desarrollo del mercado. De ahí que las ineficiencias son exclusivamente achacables a los políticos, en sus ansias de control. Es preciso liberalizar el suelo, para acomodar la oferta a la demanda y sí aun así se constatan fallos de mercado, solo entonces está justificada la participación pública en el mercado. En iguales circunstancias que en nuestra Constitución, la Declaración de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se refieren a los derechos que asisten a todos los ciudadanos que garanticen un nivel de vida adecuado que les asegure a él y a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios. Son todos derechos vinculados a los llamados Derechos de tercera generación, vinculados con el concepto de la solidaridad. Los derechos que agrupa son: alimenticios, demográficos, educativos y ecológicos. El desarrollo que permita una vida digna y el libre desarrollo de la personalidad.

Pues bien, equipara la vivienda y la alimentación. Y dentro de este último, el alimento paradigmático es el pan. Nadie exige que se subvencione el pan. Que se controle el precio de los cientos de forma que se fabrican, porque es el gusto del consumidor lo que prima. Pero no solo eso. En Cádiz, hace años la negociación colectiva prohibió la fabricación y venta de pan en panaderías en domingo. Los malagueños y sevillanos, hicieron el “agosto” durante el tiempo de vigencia del convenio colectivo. Copando la venta de pan tierno recién hecho en domingo. El tiempo y el mercado hicieron que el convenio quitase la restricción. El mercado posibilitó comer pan tierno los domingos y además de cientos de formas, a gusto de cada uno. Como Dios manda. ¿Será que en realidad es la mano invisible que casi todo lo arregla?

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