Opinión
Agárrame esos cuplés
Este rotar atolondrado del planeta puede ser un estímulo para los periodistas, pero es un martirio para la auténtica clase sacerdotal gaditana: los autores de Carnaval
Que paren el mundo, que me bajo. La vida se rige por la triple máxima de que no se puede ganar, no se puede empatar y, hasta que no se cambien las leyes, no se puede abandonar la partida. Ni siquiera se puede pedir a ... quien maneja el juego (llámele usted Alá, Dios, Ibex35 o George Soros) que este tren que todos compartimos vaya más despacito. Los eventos informativos, menuda semana, se han ido precipitando dejándonos hoy domingo un panorama bastante diferente al que contemplábamos hace siete días, cuando quizá usted también ojeaba en papel o pantalla mis letras y mi fotografía.
Este rotar atolondrado del planeta puede ser un estímulo para los periodistas, ávidos de acompañar las andanzas del famoseo de turno con otras informaciones supuestamente más graves, pero de menor divertimento para la audiencia. Pero es un martirio para la auténtica clase sacerdotal gaditana: los autores de Carnaval. Me imagino al pobre comparsista que ya había compuesto un pasodoble sobre que no se forma gobierno tirando la letra a la basura (o haciendo esos remedos que se notan en el repertorio como las coderas de un maestro), o al chirigotero que ironizaba sobre cómo Albert Rivera tenía más gafe que Carlos Sainz haciendo cabriolas para cambiar al dimitido político por Juanma Moreno o su presidente de comunidad de vecinos.
Los cambios que nos trae la actualidad también afectan a Cádiz, una ciudad que puede resistir a todo menos a ella misma. Así que la agrupación de ‘Los escaladores de los badenes del Campo del Sur’ tendrá que reescribir su repertorio, por lo que este año irán de piratas. Peor es la situación para una conocida comparsa, que tendrá que reconducir el sentido tipo de ‘Los maestros de Valcárcel’. Ni la presentación en la que cuentan cómo la UCA iba a convertir lo que fue hospicio en un templo de padres de las futuras generaciones, ni la broma –de pésimo gusto y sacada de tuiter– sobre que Kichi optaría por alquilar una habitación a una estudiante Erasmus con machista y evidente remate, tendrán ya sentido. En su lugar, habrá que rescatar ideas antiguas para ir al Falla, como ‘Los vicios del hospicio’ (en el que cada miembro de la agrupación irá de un proyecto fallido del edificio) o ‘Qué buen porche pa dejá el coche’ (un coro que narra las ventajas de mantener el aparcamiento con la garita más grande del mundo). Porque el mundo gira y gira y todo va cambiando, pero hay cosas que, por mucho que nos prometan en Madrid, Sevilla o San Juan de Dios, no las mueve ni Dios (o Alá, o el Ibex35 o George Soros).