Opinión

La libertad de expresión en peligro

Hubo una persona que amparada en el anonimato y en la nocturnidad se dedicó a garabatear el nombre de la placa y a escribir ciertos insultos entre los que incluía la palabra «facha»

Pintadas en el despacho de abogados de Adolfo Vigo. La Voz

Hace unos días sufrí una serie de pintadas insultantes en la placa de mi despacho profesional. Hubo una persona que amparada en el anonimato y en la nocturnidad se dedicó a garabatear el nombre de la placa y a escribir ciertos insultos entre los que ... incluía la palabra «facha». Desde estas líneas, quiero agradecer a todos aquellos que me han mostrado su apoyo ante dichas pintadas.

Hay quien piensa que puede ser debido a mis columnas de opinión y mi posicionamiento político, y otros opinan que puede ser como consecuencia de haber sacado una nota de prensa velando por los intereses de una clienta frente a un afamado comparsista. Sea como sea, me parece muy peligroso que en esta ciudad se te pueda atacar simplemente por mostrar tus opiniones políticas o por realizar tu trabajo. Qué pena de ciudad, que pena de la antaño llamada «Cuna de la libertad», hoy en día convertida en la cuna de la mordaza.

Tanto por una razón como por la otra, el resultado es que los defensores de los que enarbolan la bandera de la libertad, los de la izquierda y los carnavaleros, se permiten el lujo de querer amedrentar a una persona por el simple hecho de escribir su opinión o de defender los intereses de un cliente. En esta ciudad hemos entrado en una deriva sumamente peligrosa: la censura ideológica. De unos pocos años para acá, la izquierda puede decir lo que le venga en gana. Puede defender a Venezuela, puede calificar a quien quiera de facha, puede desmontar la historia de este país a su antojo… Pero ojo si tu opinión es la contraria. En ese caso, en lugar de ser respetada, hay quienes se permiten el lujo de jugar a censores, a repartir carnets de demócratas, y descalificarte o, incluso, llegar a insultos y a pintadas nocturnas.

El poder decir lo que se piensa en este país se está convirtiendo en todo un artículo de lujo si tu opinión no encaja en el nuevo pensamiento progresista. Poder decir lo que uno piensa actualmente es muy apreciado por la izquierda populista salvo que no sea lo que ellos piensan. En mi caso, les puedo asegurar que me siento con la total libertad de decir lo que pienso, ya que a fecha de hoy no le debo nada a nadie, no me siento esclavo de ninguna ideología ni de ninguna sigla. Es por ello, que seguiré escribiendo lo que creo, sin insultar a nadie, y a seguir cogiendo a los clientes que me plazca y a realizar cuantas acciones tenga que hacer para defender sus intereses, ya que eso es parte fundamental de mi trabajo.

El problema es que muchos desde su atalaya bloguera o su posición política se dedican, en muchas ocasiones, a señalar con su dedo a los que no piensan como ellos, a los que opinan de forma diferente para que los esbirros de los rotuladores, de los sprays de colores, aquellos que rompen escaparates y queman contenedores, ejecuten las pintadas amenazantes. De esta forma, aquellos que apuntan se quedan con las manos limpias de cualquier mancha de tinta e, incluso, con la desfachatez de denunciar los actos vandálicos.

Lo que sí puedo decir, y pongo en aviso a navegantes, es que vayan comprándose más rotuladores porque no pienso dejar de decir lo que pienso ni a defender a mis clientes por mucha mordaza que quieran imponer algunos intolerantes de esta ciudad.

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