Febrerillo huérfano de Carnaval
Una fiesta que por decisión municipal no podrá celebrarse en su fecha típica, haciéndonos recordar con su atraso a voluntad aquellas fiestas atípicas por más típicas que se quisieron llamar
Y como si el tiempo no corriera sino que volara, se nos va el primer mes del año y estrenamos el de febrero. Ese mes que en nuestra ciudad siempre ha sido el mes loco, el de los antifaces y tangos, el de los papelillos ... y las serpentinas, el mes más canalla de todos los meses. Ese mes que alumbraba las letritas más mordaces, irónicas y satíricas que los autores iban engendrando en sus cabezas durante nueve meses.
Sin embargo, este año nuestro febrero gaditano será el huérfano, el febrero nostálgico de una fiesta que por decisión municipal no podrá celebrarse en su fecha típica, haciéndonos recordar con su atraso a voluntad aquellas fiestas atípicas por más típicas que se quisieron llamar.
Cádiz pospone su alegría a presuntamente mejores tiempos, que nunca se sabe si lo que está por venir es mejor que lo que estamos viviendo, pero siempre se nos vende que lo mejor estar por llegar, salvo en esta ciudad que, por desgracia, nunca ha visto llegar lo mejor por más que hace siete años alguno nos vendiera la comparsa de lo que él haría si fuera el alcalde de Cádiz. Y es que como ya le dijo el alcalde a mi amiga Mayte durante el último Pleno, una cosa es lo que el alcalde canta en su comparsa, «querida», y otra la realidad de las promesas electorales.
La realidad es que la ciudad ya no ríe en la fecha en la que le tocaba reír, quien sabe si las mojarritas siguen aquí viviendo como reinas cuando llega febrero, lo que sí tenemos claro es que los gaditanos cada vez las pasamos más apuradas para poder vivir en nuestra ciudad.
La pura y negra realidad es que el alcalde de Cádiz, ese alcalde que Cádiz debía de tener y que, por desgracia, tuvo, utilizaba su comparsa para cantar proclamas y gritos que nunca llegaron a ver la luz más allá de en actuaciones en sus mítines y celebraciones electorales.
Cádiz es más que un mes de febrero pero sin ese febrero Cádiz no sería lo que es, la ciudad que se pone dos coloretes para reírse de sus propias penas y miserias. Y este año, por mala suerte, ni siquiera tendremos el refugio de ese mes para aliviarnos las penas del corazón. ¿Quien sabe si la decisión habrá sido la correcta? Lo que está claro es que estos días echamos de menos las letrillas que nos hacían entrar en calor, los gritos de un gallinero que más que levantar al publico levantaba el vello de una ciudad, en definitiva, la mayor parte de nuestro ADN gaditano, de nuestra idiosincracia más pura, la que late al ritmo del tres por cuatro y no entiende de políticas ni de políticos que cantan lo que no prometen.
Kichi, que es más carnavalero que D. Jose María, utilizó su conocimiento del carnaval para cantar cosas que sabia que nunca podría cumplir, pero que la gente entendió como proclamas políticas. Ahora nos dice que tenemos que tener un poco de más ‘gaditanismo’, cosa que no sé a que se refiere, pero que puedo entenderlo, cuando se le pide que cumpla. Yo solo le pido más fidelidad a sus promesas y ya que no puede cumplir la de mejorar la ciudad, que cumpla, por ejemplo, aquella de que no iba a presentarse por más de dos mandatos y que nunca fue cantado sino prometido en campaña electoral y demuestre así su ‘gaditanismo’.
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