Dios existe
Miré al Nazareno y comprendí que por muy grande que me pareciera mi problema había personas en peores circunstancias
Mi última columna fue utilizada por algunos para atacar a la Iglesia, nada más lejos de mi intención, bajo la consigna de que Dios no existía, por eso hoy voy a contar una historia que me ha ocurrido recientemente y que me lleva a ratificarme ... más en mi idea de que Dios sí existe.
He dudado mucho en si hacerla pública, pero lo mismo que los «ateos de manual» aprovechan cualquier oportunidad para hacernos dudar de la existencia de Dios, creo que los creyentes debemos de compartir los hechos que nos demuestran que Dios sí existe.
Esta historia comienza el pasado 8 de diciembre. Ese día en el que Cádiz vivió una salida extraordinaria de Nuestra Patrona, la Virgen del Rosario, y del Regidor Perpetuo de la ciudad, el Nazareno. Después de dos años sin procesiones en las calles por fin se podía disfrutar de un gran día cofrade. Las dos grandes devociones de Cádiz salían juntas a las calles para dar gracias por la protección otorgada durante la etapa más fuerte de la pandemia y yo tenía la suerte de ir debajo del Señor, de ser durante unas horas sus pies. Por fin podría cumplir uno de mis deseos cofrades como cargador, el formar parte de su cuadrilla.
Por la mañana nos entregaron las tarjetas de relevo de la procesión de ida y de vuelta. Era una foto del Señor. Para mí era un bonito recuerdo de la jornada, por lo que decidí guardarla para siempre. El día pasó y al salir definitivamente del paso decidí ponerme detrás e ir hasta la recogida «hablando» con el Señor, aprovechando para rezar, agradecerle las cosas que me da y pedirle por esos problemas que podían atribularme.
En ese momento, fui entablando conversación con una mujer, María, que iba de penitencia al lado mía. Esta mujer me contó que ella iba por una promesa que le había hecho al Nazareno por su marido, el cual estaba muy malito y quería que el Señor lo ayudara, ya que los médicos le decían que el tema estaba muy complicado. Fue entonces cuando miré al Nazareno y comprendí que por muy grande que me pareciera mi problema había personas en peores circunstancias. En ese momento no lo dudé y le entregué mi tarjeta de relevo, esa de la foto del Nazareno y que con tanto cariño la estaba guardando. Esta mujer me agradeció el gesto y la cogió pero no sin antes preguntarme si no me causaría algún problema el desprenderme de ella, a lo que le contesté que no y que ella «lo necesitaba más que yo».
Este domingo recibí un mensaje de un compañero de la cuadrilla preguntándome si yo había sido la persona que había dado la tarjeta, ya que solo aparecía en la misma una inicial y un apellido, le dije que sí y me contestó que la mujer se quería poner en contacto conmigo.
El lunes pude hablar con María, con la voz saliéndole a borbotones por la garganta me agradeció el gesto y me comunicó que su marido se había curado y que, aunque tendría que tener sus revisiones, los médicos le habían dado el mejor de los pronósticos, la curación.
Después de hablar con ella entendí que Dios está siempre ahí, aunque creamos que no nos oye. Por un instante, me ha permitido ver desde su óptica sus prioridades, poder comprender que si no cumple lo que le pedimos no es porque no nos oiga sino porque tiene cosas más importantes frente a lo que le pedímos.
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