OPINIÓN

El Calígula de Moncloa

Pedro Sánchez, como en su día hiciera Calígula, está anteponiendo sus propios intereses, su afán desmedido de gobernar, su deseo de gloria al de su pueblo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE

Calígula fue un emperador romano al que el egocentrismo y su afán de poder lo llevo a gobernar de forma tiránica y despótica, anteponiendo su bienestar al de su pueblo , cayendo en un delirio del que jamás salió hasta su asesinato. Pues bien, ... en España vamos, actualmente, camino de tener en la Moncloa a una copia mala de aquel emperador romano.

Al igual que ocurriera con los Senadores de la época de Calígula, los miembros del Partido Socialista temen elevar la voz ante las cacicadas de su “emperador” por miedo a que sean juzgados o, simplemente, sean invitados a un “suicidio político” y se les obligue a abandonar sus cargos, enviándoseles al más profundo de los ostracismos. Eso ha pasado con Emiliano García-Page, Presidente de Castilla-La Mancha, quien levantara la voz por el pacto del PSOE con EH Bildu a raíz de los presupuestos. Si hace unos días levantó la voz manifestando que dicho pacto con el brazo político de la banda terrorista le parecía una aberración, solo ha tardado horas en dar marcha atrás. Donde dijo digo, ahora dice Diego. Y es que seguro que le habrá llegado algún toque de atención desde Ferraz insinuándole lo que le podría pasar si seguía en su posición de cuestionar las decisiones del todopoderoso Sánchez. Ante eso, y con la frase que dijera Alfonso Guerra en su día de que el qué se moviera no salía en la foto, García-Page no ha duda en valorar más su puesto político y matizar que lo qué no le gustaba era el bombo que se le había dado desde Podemos. Ya se sabe, es mejor echarles las culpas a otros que revelarse ante el “emperador socialista”.

Si Calígula en su locura nombró a su caballo Incitato, al que dicen que querían como a un hijo, como Cónsul del imperio Romano, nuestro Calígula español tira de enchufes para que nombren a su esposa, Begoña Gómez, como directora de un organismo del Instituto Europeo , al que dicho sea de paso nunca ha acudido, y ahora como directora de una cátedra de la Universidad Complutense aún cuando no reúne los requisitos exigidos para poder ocupar dicho puesto. Al fin y al cabo, tanto Calígula como Pedro Sánchez benefician a sus “amores” con puestos para los que no están cualificados pero a los que nadie se atreve a negárselos por miedo a las consecuencias que pueda acarrear dicha negativa.

Pedro Sánchez, como en su día hiciera Calígula, está anteponiendo sus propios intereses, su afán desmedido de gobernar, su deseo de gloria al de su pueblo. En su paranoia desmedida de egolatría todo lo que no salga de su enferma cabeza, inundada de delirios de grandeza, no tiene cabida en su forma de gobernar, en las medidas a adoptar para el beneficio de la mayoría de los españoles. Si para él es necesario pactar con aquellos que le dan cobertura política a los que pegaban tiros en la nuca o ponían bombas lapas en los coches pues se pacta , porque su afán por perpetuarse en la Moncloa es superior a la memoria de cuántos muertos dejó ETA por las ciudades de España. Y si por pactar con ellos hay que engañar a sus ministros y a sus “barones” pues se hace y el que proteste ya sabe cuál es su fin: el suicidio político.

¿Habrá alguien en el PSOE capaz de plantarle cara a Pedro Sánchez y volver a imponer la cordura en ese partido?

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