OPINIÓN
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Cuando hemos logrado poner de acuerdo a Sanlúcar y Sevilla, va el flamante nuevo presidente de México y nos amarga el año
Mira que ha costado ponernos de acuerdo para que Sanlúcar y Sevilla protagonicen conjuntamente la conmemoración de la primera vuelta al mundo. Aunque no deberíamos dejar de lado a las tierras de los participantes, ni olvidar que la última imagen que quedó en la retina ... de los expedicionarios, antes de enfilar hacia América, fue la de la española Montaña Roja de la tinerfeña Granadilla. Y cuando lo hemos logrado, va el flamante nuevo Presidente de México y nos amarga el año. Porque, claro, justo en el mismo momento en el que Magallanes y Elcano ultimaban sus preparativos, unos miles de totonacas se unieron a los 400 hombres de Hernán Cortés y pasó lo que pasó. Así que el Presidente López Obrador ha decidido exigirle a Felipe VI que pida perdón. No ha sido el único, y al Rey se le acumulan las cartas reclamándole que exprese sus excusas por lo malísimos que hemos demostrado ser los españoles. Solo falta que, habida cuenta la cercanía de la Santa Santa, se le inste a que elija cofradía para flagelarse públicamente en nombre de todos nosotros. Al Presidente mexicano cuyo prurito de justicia le debe venir, puesto que su abuelo salió de la cántabra Ampuero a principios del siglo XX, por otra rama, se ha sumado también, aprovechando la coyuntura, un representante de la Comunidad Islámica de Sevilla que ha exigido a Felipe VI otro público perdón. En este caso no por América, sino por las atrocidades durante la conquista de Granada. De Abu Amir Muhammad ben Abi Amir al-Maafiri, más conocido como Almanzor, para que vamos a hablar. ¡A ver quién es el valiente que se atreve a exigir a sus descendientes que pidan excusas! Hay que reconocer que lo de pedir perdón es siempre muestra de buena educación. Debe ser por eso que, para algunos, el hecho de que los agravios se produjeran hace 500, 800 o 1000 años, en un mundo con una mentalidad muy distinta a la actual, carece de la menor importancia. Así que a pedir perdón que es lo que toca. Pero habría que ser un poco más ambiciosos en este tema. Aunque ya nos hemos enterado que los españoles somos los más malvados del mundo mundial, y que arrastramos algún gen que nos hace ser particularmente peligrosos, la exigencia de buena educación debe extenderse allende nuestras fronteras. Y no solo por las atrocidades cometidas por nuestros tatatarabuelos a los otros, también nuestros, que la demografía no engaña, tatatarabuelos, sino también por la falta de sensibilidad hacia otras especies, porque hay que ser muy malvado para llevar elefantes a cruzar los Alpes como hicieron los antepasados de los tunecinos. De entrada, por ejemplo, hay que pedirle a la alcaldesa de Roma, o ya puestos al mismo Presidente Mattarella, que expresen su más enérgica condena, y su arrepentimiento más sincero, por las barbaridades cometidas por los romanos. ¡Con la cantidad de gente que echaron a los leones! Y, por supuesto, hay que tratar en el Pleno del Ayuntamiento, el público perdón del pueblo de Cádiz. Como es posible que tengamos una calle, y toda una estatua en la Plaza de las Flores, dedicada al gaditano Columela que, por mucho que se convirtiese, ya madurito, en estudioso de la agronomía, no puede ocultar su pasado anterior como tribuno en Siria del más fascista de los imperios.