Tratos y contratos
Andalucía sin lluvia, zona de catástrofe
Cuando acaben los garrotazos por Doñana, hablaremos de la Axarquía, de Isla Mayor, de la Vega...
Cuando se agoten todos los titulares sobre Doñana; cuando los informativos nacionales dejen de interesarse por la penúltima polémica volátil entre dos partidos en campaña; cuando Sánchez deje de utilizar el parque como tapadera de sí mismo… Quizá habrá llegado el momento de hablar también ... de otros territorios andaluces en riesgo mortal por la sequía.
En nuestra comunidad no existe 'la España vaciada' porque se ha forjado un ecosistema agroindustrial que sigue fijando la población a la tierra. Un tejido que en las últimas dos décadas ha crecido de manera exponencial con nuevas formas de cultivo y nuevas variedades, y que ahora está en alerta roja por la falta de lluvia. «En la Axarquía la producción de aguacate y mango ha caído más de un 60% en la zona de Vélez, el año que viene será peor, las plantaciones están muriendo… y mientras tanto la desaladora que nos han prometido sigue en el aire», me comentaba un empresario de la zona. Cientos de productores que mantienen la renta de una familia con dos hectáreas de este fruto tropical están en peligro.
Las más de 200.000 hectáreas de olivar superintensivo plantadas en Andalucía con variedades acostumbradas al agua no aguantarán una sequía más prolongada. Una inversión millonaria en jaque y varios años para recuperar de nuevo los cultivos. «Y será peor para el almendro, que es menos resistente al estrés hídrico… y ni hablemos de los cítricos, donde Sevilla es la principal productora». Sigamos con el recuento de daños: se perderá el 80% de la cosecha del cereal -Andalucía lidera la producción de trigo duro- y no habrá agua para el arrozal en la marisma (el mayor de España).
Esta tierra sin agua es una zona de catástrofe donde las pérdidas totales podrían sumar -en el peor de los escenarios- cerca de 10.000 millones de euros (el 7% del PIB, según Loyola Economic Outlook). Es una cifra con un impacto social brutal, dada la capilaridad del sector en todo el territorio. En este escenario sorprende que no exista una visión común entre las dos administraciones que comparten las competencias sobre agua (el Estado y la Junta); que no se dé una respuesta compartida a los problemas más perentorios; que no se perfile un proyecto más o menos consensuado sobre cómo evitar otra coyuntura igual en el futuro. La administración autonómica, al menos, ha creado una mesa de la sequía, pero el Gobierno central está liderado por políticos que han mostrado una clara animadversión por la actividad de agricultores y ganaderos (con la excepción del ministro sensato Luis Planas). Cuando acaben los garrotazos en Doñana, quizá llegue el momento de pensar en la verdadera ruina.
@lmontotor
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