TRIBUNA ABIERTA
Otra forma y otro estilo
Un país avanza desde la integración y no desde el enfrentamiento, desde la moderación y no desde la radicalización, desde el progreso en libertad y no desde la burocratización

El pasado 18 de febrero se cumplieron cuarenta años de la disolución de UCD, el partido que protagonizó el cambio político de la dictadura a la democracia. Quienes asistimos al Consejo político nacional que acordó dicha disolución por entender que se había cumplido su objeto ... social, no podemos sino recordar tal evento con la nostalgia de una forma de hacer política. UCD tenía como objetivo traer la democracia, favorecer la convivencia, respetar criterios ajenos y buscar puntos de encuentro entre los diferentes. Y a fe que cumplió su objetivo: se instauró el arte de convivir, se afanó la búsqueda del consenso para legislar, se favoreció la competencial leal y se dibujó un futuro de país que no tenía modelo ni antecedentes, consiguiéndolo sin derramar una sola gota de sangre, sin imposiciones.
¿Podemos asistir impasibles al desmantelamiento progresivo y torticero de aquella obra singular por parte de unos políticos que fijan en la confrontación, el banderismo y la eterna descalificación del discrepante la base y el empeño de su acción política? No, desde luego con mi silencio ni con la conformidad de la mayor parte de los españoles que circulan por los andenes del equilibrio, la moderación y el respeto y que se resisten al encasillamiento en posturas frentistas y en bandos irreconciliables. Porque hoy, lamentablemente, desde las propias estructuras del poder gubernamental, se quiere imponer a la inmensa mayoría una determinada y parcial forma de vivir, de sancionar al adversario y de inmponer credos, doctrinas y creencias. Y lo primero que se pretende es dañar la imagen y el prestigio de una Transición que mereció el elogio y reconocimiento internacional.
El otro pilar sobre el que pivotó aquella transformación, el Partido Socialista, ha olvidado, por parte del sanchismo que lo acaudilla, lo que aquel proceso de concordia supuso para la paz y el progreso nacional, repitiendo ahora, en su afán de poder, errores del pasado preconstitucional en el que los gobernantes del momento imponían su propia Constitución al conjunto del país. De ahí la grandeza de la de 1978, la única en toda la historia refrendada por el pueblo español, que la respaldó en tornó al 90 % de la ciudadanía. Por eso, porque era de todos, se llamó «Constitución de la concordia», por ello fue motivo de estudio y admiración en el mundo entero y por ello no podemos aceptar que una minoría, incardinada en el poder actual, no ceje en su voluntad meridiana de provocar su voladura por la puerta falsa.
La voladura del pacto constitucional la inició Rodríguez Zapatero al suscribir los pactos del Tinell, un concierto con el separatismo catalán para hacer casi inviable la alternancia democrática, dividiendo España, una vez más, en sectores sociales irreconciliables. Se abrió así la espoleta del populismo que intenta resucitar los viejos demonios de la confrontación excluyente entre españoles. Una deriva elevada a la enésima potencia por Pedro Sánchez que, con su Gobierno frentepopulista, se olvida del interés general de la nación.
Fiódor Dostoyevski advertía de que, en algún momento, «las personas inteligentes tendrán prohibido hablar para no ofender a los imbeciles». El problema es que esta dictadura de los necios, que pretende controlar nuestras vidas y haciendas con propuestas seudoprogresistas, no encaja con lo que el ciudadano medio considera normal mientras contempla indefenso cómo se invade su propia libertad atropellando conductas seculares por parte de quienes han accedido a gobernar sin una mínima capacidad de gestión y abducidos por proclamas frentistas que solo llevan a la ruina, al desprestigio y al absolutismo cerril mas primario. Como ha dicho Félix de Azúa, Sánchez, que es el líder del tinglado, «es un activista que sabe bien a quién tiene que comprar y a qué precio».
La alternativa a ese sectarismo del tinglado Frankestein solo es buena para el país si se construye desde la moderación y la tolerancia, no desde la trampa de oponerle otro mensaje radical y excluyente de signo contrario.
El vigésimo presidente de los EE.UU., James A. Garfield, de extracción humilde y que fue asesinado a los seis meses de su mandato, decía que las bases del éxito son la honradez, la laboriosidad, la prudencia y la economía. Cuando las bases de la convivencia se quieren cambiar de forma sectaria y torticera, la ciudadanía agradece que se le dé testimonio por su clase política de otra forma de gestionar el interés general. Un país avanza desde la integración y no desde el enfrentamiento, desde la moderación y no desde la radicalización, desde el progreso en libertad y no desde la burocratización y el dirigismo esterilizante, desde la claridad y no desde la ambigüedad, desde la reforma y no desde la ruptura, desde la dignidad de la persona y no desde la frivolidad y el maridaje. Desde la profundización en esos principios Andalucía decidió hace poco su futuro. Desde el vigor de los mismos debe producirse el cambio anhelado por el pueblo español. Esa forma y ese estilo son el mejor homenaje a la memoria del centrismo que protagonizó la Transición.
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