CAFÉ CON NEUROSIS
Envilecer un ejército
Saltarse algunas normas de la Convención es habitual en las guerras, pero saltarse todas como lleva a cabo el Ejército ruso, constituye una acción de envilecimiento sistemático
El día de Nochebuena, el Ejército ruso puso en marcha las zambombas sobre Jersón, pero zambombas auténticas, con su poder de destrucción sobre edificios y personas. La guerra nunca ha tenido la menor semejanza con la Gala de las Debutantes, en Viena, pero incluso una ... actividad tan feroz y violenta tiene unas reglas, que se plasmaron en 1949, en la Convención de Ginebra.
Saltarse algunas normas de la Convención es bastante habitual en las guerras, pero saltarse todas –absolutamente todas– como lleva a cabo el Ejército ruso, constituye una acción de envilecimiento sistemático, que convierte a un ejército regular en una banda de asesinos despiadados, que bombardean hospitales, torturan a los prisioneros, asesinan a civiles de cualquier edad y sexo (mujeres y niños) y, encima, retroceden a pesar de su crueldad terrorista. Es decir, que unen la atrocidad sanguinaria de cualquier pandilla de terroristas y la ineficacia en los objetivos, porque están empantanados y retrocediendo, como si su objetivo no fuera ganar la guerra, sino hacer sufrir de la manera más despiadada y salvaje a los ciudadanos civiles del país invadido.
Fui testigo de la degradación del Ejército de España por parte de Francisco Franco, que lo politizó a su servicio, y lo fue arrocinando, convirtiendo a aquellos generales y oficiales, que se habían jugado la vida en África y en la guerra civil, en una aburguesada y adormecida cofradía, que iba ocupando sillones en los consejos de administración de las empresas nacionales, con complacida aceptación de un cambio del sacrificio por el aburguesamiento. Poco a poco, el diámetro de las barrigas y los estómagos de los generales, habían aumentado tanto que los fajines creo que debieron prolongar su longitud.
Luego, a raíz de la labor del general Manuel Gutiérrez Mellado –al que odiaban todos los generales africanistas, tanto en activo como en la reserva– aquel ejército, politizado y aburguesado, se fue transformando en un Ejército profesional, como el que tenemos hoy en España, y que recibe la admiración de sus colegas de la OTAN por sus eficaces actuaciones.
Pero incluso aquel ejército, que pareció apoderarse de la bandera de todos, nunca se envileció de la forma tan insoportablemente desalmada como lo hace, casi a diario, esta banda de criminales, que representa con desvergüenza y deshonra a lo que parece que es el Ejército de Rusia, a la altura del infame sátrapa que lo manda, el siempre espía comunista de la antigua URSS, evolucionado en dictador, sin guardar ya las apariencias.
Conozco a bastantes militares, y a unos pocos los considero amigos. Y me constan las virtudes de la milicia, el sentido del honor, y el cumplimiento del deber y la obediencia. Pero obedecer a un déspota sin piedad debe ser un conflicto moral, en el que no deseo que ninguno de ellos se encuentre nunca en su vida.
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