El APunte
El fin del kichismo
El proyecto ya está agotado, amortizado. Se notaban síntomas evidentes en la antesala de las últimas elecciones y el gaditano lo ha percibido
La voracidad que manejan los nuevos tiempos es terrorífica. La ilusión desbordante de aquel 15-M, una década después, se ha convertido en un despojo irreconocible. En la mirada de esos líderes de antaño se advierte una mirada triste, un caminar cansino, un gesto de... ... sí, de decepción. El paso del tiempo y la asunción de nuevas tareas y responsabilidades, la lógica degradación física y mental, y por supuesto el desgaste estéril en luchas quijotescas y quiméricas, ha propiciado estertor lánguido del Movimiento, que más que el cambio, ya sólo busca la supervivencia y que lamenta no haber logrado un relevo generacional.
Ese declive es perfectamente aplicable a Cádiz, una ciudad que como isla se resiste a los cambios pero que termina asumiéndolos con resignación. En estas fechas se percibe el fin del kichismo, que nace y muere con el propio Kichi porque a su mandato populista le imprime un carácter profundamente personalista. Y en muchas ocasiones sin pretenderlo.
José María González se ha descubierto como una persona honrada, honesta, carismática, que gana en el cuerpo a cuerpo, y sin ambición en el sentido amplio del término, con lo bueno y malo que eso conlleva. Resulta un poco extravagante la comparación entre su prolija verborrea en redes sociales y actos de partido, donde alterna la pluma y la espada, con el perfil bonachón en el cara a cara, incluso con sus adversarios políticos.
Pero su proyecto está agotado, amortizado. Ya se notaban síntomas evidentes en la antesala de las últimas elecciones y en su reválida el gaditano lo ha sentido, de ahí el creciente malestar. Los próximos meses, de inauguraciones y culminaciones de proyecto, pueden servirle de maquillaje para su gestión. Sin embargo, será la perspectiva lejana del paso del tiempo la que analizará su papel.
Y Cádiz no es una ciudad mejor que la que asumió en 2015. Ni más amable, ni con más colores, como contrapunto a su discurso populista; ni con más trabajo, ni tan llena de vida como la que seguramente, pues se le advierten buenas intenciones, Kichi ha querido verla. En absoluto.
Es una ciudad que parece haberse quedado congelada, frenada, pero el mundo gira y quien no avanza siempre retrocede. Falta de iniciativas que verdaderamente la modernicen, no se puede quedar anclada en esa 'encantadora decadencia' tan romántica y tan poco fructífera para el gaditano de a pie. Es desesperante esa postura asumida de ir siempre por detrás, esa filosofía conformista del 'que me quede como estoy', de aplaudir proyectos que debieron nacer muchos lustros antes.
El kichismo acaba y la partida cambia. Más allá de la afinidad ideológica, el perfil de David de la Cruz está en las antípodas del reconocido comparsista. Se espera además una temible negociación para que la izquierda partida se recomponga de tantas dentelladas, mientras que en el lado opuesto de la mesa se abren un ramillete de opciones que no terminan de fraguar.
En breve Cádiz verá el nacimiento de una nueva era, el año I D. K. Con la esperanza de recuperar el tiempo perdido.