El valor de la tradición
Las Carreras de Caballos de Sanlúcar ya cuantifican, y 'sólo' económicamente, la importancia y valía del trabajo perseverante y la apuesta por aquello que éramos, somos y seguiremos siendo
Un pecado de tantos de la juventud es minimizar, despreciar, el valor de la tradición. El término conservador adquiere un cierto tono peyorativo en sus gargantas. Sinónimo de 'carca', viejo y por tanto decrépito, con tufo a naftalina, a habitación cerrada, a polvo y arrugas. ... Pero esos pobres osados no advierten a entender que aquello que perdura en el tiempo y gana esta batalla desigual, más en tiempos líquidos y efímeros, es realmente bueno.
Por nuestras vidas discurren multitud de objetos sin los cuales nos da la impresión de que no podríamos vivir y que pronto son sustituidos por otros que siguen ese mismo camino. Ya hasta se inventó el vocablo de obsolescencia programada para referirse a aquellos artilugios que nacen con fecha de caducidad, por mucho que se mimen. Disfrutamos de acontecimientos históricos que tal como vienen se van. Conocemos personajes a los que colgamos el VIP en su espalda y dos días después ni se reconocen por la calle. Todo cambia y casi nada perdura. Y ese 'casi nada' es lo que marca la diferencia.
¿Cuál es el valor de la tradición? En términos globales, incalculable. En económicos, las Carreras de Caballos de Sanlúcar suponen un impacto de cuatro millones de euros para la ciudad y su entorno. Hace 177 años (dos siglos y un buen número de generaciones) decidieron organizar en la playa gaditana estas pruebas hípicas que ahora son de Interés Turístico Internacional, uno de los mayores tesoros del verano gaditano. Después de dos duros años marcados por la pandemia, recuperan su esplendor este agosto y se espera una presencia aún mayor de oriundos y visitantes en Las Piletas y Bajo de Guía.
Turismo de calidad. Se une a un destino de primera nivel, capital gastronómica por su inmejorable producto y cuidado e histórica ya que se cumplen 500 años desde que Elcano regresara a costas españolas después de dar la primera Vuelta al Mundo.
Cádiz, Sanlúcar, como los pescadores que aguardan pacientes a que su presa pique el anzuelo, recogen los frutos de lustros, décadas, siglos de trabajo y paciencia. Es precisamente por el valor de la tradición que esta tierra nunca pasa de moda.