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Navidad en Cádiz: ocho pinchazos en ocho años
El desprecio del Gobierno local por estas fiestas y por el comercio vuelve a plasmarse en un alumbrado tardío, parcial y chapucero
Son muchas las ciudades que han sabido convertir un acto tradicional, encender y lucir un alumbrado navideño, en un atractivo turístico, en un aliciente comercial capaz de reunir a miles de personas cada día en las calles de sus centros históricos. Es el caso de ... Sevilla, Málaga, Vigo, Madrid y tantas otras. Atracciones, música y otras actividades complementarias animan el espíritu navideño que llega más allá. Se convierte en cómplice del sector servicios durante todo un mes y las pequeñas empresas de ese ámbito son las que crean más empleo en provincias como Cádiz. Por lo tanto, no hablamos de algo anecdótico. En la capital gaditana, en su octava temporada navideña consecutiva, el Gobierno municipal ha vuelto a incidir en los mismos, irritantes, defectos mostrados desde 2015. Un programa que debiera dar paso a un periodo festivo y luminoso, unas fotos más o menos simpáticas que abrieran tres semanas de celebración, vuelven a convertirse en una antología de chapuzas, tristezas, frustración y excusas. La inauguración del alumbrado extraordinario de Navidad ha sido aplazada dos veces para dar paso, finalmente, a un tardío y parcial, incompleto, mapa de pobres exornos que desalientan más que propician las compras y el disfrute. El Ayuntamiento de Cádiz ha conseguido el pleno: ocho fallos en ocho años en Navidad. Las concesionarias siempre llegan tarde, nunca pueden cumplir con todo lo prometido. En el centro hay calles iluminadas sólo en la mitad de su trazado y Extramuros es un desierto. Así lo claman los comerciantes en una temporada tan difícil por la crisis inflacionista que asola Europa. Es triste que los autónomos gaditanos no puedan tener más y mejor iluminadas tantas vías cuando casi media el mes de diciembre. Unos días que llevan a las calles a miles de familias y visitantes quedan deslucidos por este nuevo alarde de incompetencia municipal. No es casualidad. Son ocho años seguidos. Es una muestra más del desprecio habitual por las fiestas navideñas, exhibido con dolorosa puntualidad cada año llegado
